miércoles, 29 de febrero de 2012

URDANGARÍN


Hay quien le llama Mangarín. El caso parece un asunto kafkiano, donde predomina lo absurdo; aunque ya estamos acostumbrados. Basta ver las noticias y tomar conciencia de lo que está pasando en el mundo para contemplar un nivel de absurdo propio de un tratado del escritor checo. Pero las actividades del yerno del rey tienen una enjundia especial. Ya no es sólo una codicia desmedida y estúpida como la que llevó a Jaume Matas a querer presumir de palacio en el paseo del Born de Palma con el dinero de los contribuyentes; es, además, la implicación de la familia real en el lodo de esa corrupción que se lleva el dinero español a los paraísos fiscales. Supongo que podemos entender que políticos de tres al cuarto como nuestro ex presidente y tantos otros actúen como parásitos traicionando al pueblo que les confió una responsabilidad importante. Cuesta entender la conducta de Urdangarín, y cuesta más aún comprender que un yerno de la real casa pueda actuar así durante años sin que se le paren los pies. Por ese motivo supongo que mucha gente ya empieza a admitir que las monarquías son un verdadero anacronismo. Y es que no tienen la sangre azul, ciertamente: pueden ser víctimas de la cleptomanía, igual que cualquier ciudadano de a pie, como Marnie la ladrona, por ejemplo.