miércoles, 26 de junio de 2013

DAS KAPITAL




No me voy a referir a la utopía romántica de Karl Marx sino a la pesada losa que nuestra civilización lleva sobre sus espaldas. Partiendo de que las necesidades más básicas de las personas son el alimento, la vivienda y el vestido, el capital se ha venido organizado para que el valor de estos consumos vierta sus beneficios en ese capital y lo engrandezca. Es el mismo capital que nos presta el dinero para la vivienda, y el que nos desahucia si nos quedamos sin trabajo. Los bancos y las grandes superficies comerciales son propiedad de los mismos capitalistas que, legalmente, ejercen de modernos dictadores manipulando nuestras vidas mientras crece la enjundia de sus cuentas. Y así en Occidente tenemos bellas democracias haciéndonos creer que somos libres. Los políticos son títeres a disposición del capital, por ello, al capital le da lo mismo quien gobierne; el derecho que nos da la democracia de elegirlos es sólo la pequeña dádiva inútil que nos conceden para diferenciarse de los grandes dictadores del siglo pasado. Pero ahí están, protegidos por los legisladores, regalándonos algún caramelo y expoliando la riqueza. La población occidental está empobreciendo, y los ricos de cada día son más ricos. Y el pueblo continúa obedeciendo los consejos de su publicidad, acudiendo a sus grandes superficies a comprar las patatas y pidiéndole hipotecas para comprar una casa porque sus leyes no le dejan construir en las tierras que heredó de sus antepasados. Creo que fue a principios del siglo XIX cuando Thomas Jefferson vaticinó esta dramática actualidad.

Si los políticos no fueran títeres legislarían de manera que la riqueza de los países fuera de los ciudadanos en general y no de unos pocos privilegiados. No estoy hablando de utopías comunistas sino de capitalismo razonable porque sólo hay dos cosas que ensucian la economía: la conducta reptil de los bancos (Umbral) y de las grandes corporaciones. El presidente Rajoy está diciendo que hará lo que tenga que hacer para crear empleo, la CE dotará de fondos la iniciativa de crear empleo para los jóvenes, y todo seguirá igual y se perderá el dinero de manera estúpida, como siempre. Alguien escribió que “todo tiene que cambiar para que podamos continuar igual”. Y eso es lo que no se atreven a hacer los políticos: cambiar. Los bancos, tal como son, no deberían existir; es necesario un diseño diferente. Las grandes superficies comerciales no deberían permitirse y así podrían subsistir de nuevo los pequeños comercios de los barrios y de los pueblos. Las multinacionales de la moda que usan niños chinos para confeccionarla son una aberración que la Ley permite. Si se pudieran resolver estas cosas, la gente tendría trabajo y la riqueza no iría a paraísos fiscales. De momento no nos queda más remedio que asumir que el capital abusa de los ciudadanos y que la mayoría de políticos son títeres, y el resto están ante la justicia o en la cárcel. ¡Qué futuro tan halagüeño vamos a dejar a nuestros hijos!