miércoles, 7 de marzo de 2018

ESCORIA






Dice la RAE que la escoria es una sustancia vítrea que sobrenada en el crisol de los hornos de fundir metales y procede de la parte menos pura. Dice también que es una materia desechable que suelta el hierro candente al ser martilleado, lava porosa, residuo.. y ya como quinta definición la Real Academia usa la metáfora para decirnos que escoria es cosa vil y de ninguna estimación. Será por eso que mis pensamientos han creado un paralelismo entre el discurrir de un cordón de soldadura eléctrica (cosa en la que he trabajado muchos años) y el discurrir de la vida humana, será porque ambos itinerarios van soltando escoria. No vamos a hablar de la escoria del metal porque no es dañina, salvo alguna esquirla en el ojo que sí fastidia sobremanera y a menudo requiere la intervención de un médico. Mejor me referiré a dos tipos de escoria: la truculenta y la de guante blanco.

Escoria truculenta.

Desde una visión respetuosa hacia todas las personas, una visión que me caracteriza, debo decir que las excepciones, como sobradamente es conocido, confirman las reglas, y así no vamos a abanderar respeto alguno hacia la escoria humana. Forman la escoria humana aquellas personas que violan y matan, las que ejercen violencia de género, física o psicológica. Y formarían parte de la escoria más truculenta aquellos seres que son capaces de violar y matar a niños. Si dentro de este maloliente contexto deseamos aferrarnos, aunque sea sólo un poquito, a la empatía, cabrá entristecerse por los motivos originales que abrieron el camino a que los cerebros de esta escoria pudieran degenerar hasta tales atrocidades. Una persona no se vuelve asesina de la noche a la mañana sin más, nadie viola ni mata porque sí. Y los motivos casi siempre proceden de una desastrosa infancia. Siempre han existido padres irresponsables que con su ejemplo han creado monstruos, y los monstruos también se reproducen y continuarán reproduciéndose. Por ese motivo nada se arreglará, siempre estaremos sobrecogidos por una cifra anual escalofriante de mujeres asesinadas en manos de sus parejas o exparejas. He escuchado justificaciones que no justifican nada, nada puede justificar un asesinato. Aunque entiendo la terrible situación de un hombre que se encuentra en la calle, sin recursos porque tiene que pagar la hipoteca de la casa donde están sus hijos y su mujer con otro hombre. Esto vuelve locos a algunos que cometen atrocidades, cuando lo que deberían hacer es reflexionar sobre los motivos que desembocaron en esta situación y buscar alternativas civilizadas.

Ya no hay impunidad. Los criminales son perseguidos por la justicia y casi todos acaban encarcelados. Ya no estamos en la Edad Media, cuando los crímenes por violación y asesinato de niños y núbiles tenían coartada: La iglesia católica inventó una suerte de demonios, nocturnos y lujuriosos, llamados íncubos y súcubos; los primeros demonios varón y los segundos demonios hembra. Cuando un niño o niña aparecían violados y/o asesinados ya se sabía a quien atribuir el delito, eran demonios, no se les podía vencer, su captura era imposible, así que mejor rezar a dios para que no aparezcan. Se pueden ver esos demonios de distintas formas y tamaños en el buscador de Google basta con escribir: "Fotos de íncubos". No sé si Miquel Vives publicará fotos de los demonios que yo le sugiero, en todo caso lo dejo en sus manos. Tantos siglos de impunidad. Ahora ya no hay fábulas que sirvan, si alguien viola y mata a un niño la policía no va a buscar demonios, buscan escoria humana culpable.

Este principio de marzo, en el que se me ha ocurrido escribir este artículo, parece como si de verdad hubieran renacido los demonios medievales. Un niño de ocho años asesinado en Almería, cuatro chicas mallorquinas muertas en accidente de tráfico en Miami, tres mujeres desaparecidas de las que una ya ha aparecido asesinada.

Y el colmo de desgracias de este principio de marzo, un suceso muy trágico y cercano que ha afectado a toda mi familia. Me llamó Antonia, la madre de mis hijos, y me preguntó si había visto las noticias, le dije que sí, que qué pasaba. Ella me dijo que el joven de 33 años que había muerto en un hotel de Londres era Marquitos, el hijo de Paz. Mi voz se congeló. Eso no debía suceder. Regresaron los recuerdos de principios de los años noventa en que ambas familias habíamos comprado un chalet en la misma calle de Secar de la Real. Y enseguida supimos que no era normal tener la suerte de haber encontrado unos vecinos tan entrañables. A los dos días de vivir allí, una noche poco antes de cenar, los niños estaban jugando en la calle, y al poco rato ya no estaban, luego comenzamos a buscar a nuestros hijos, Roberto y Carlos y no los encontrábamos, la madre de mis hijos y yo preocupados llamamos a los vecinos a ver si habían visto a nuestros hijos, y cuando llamamos a la puerta de Emilio y Paz nos dijeron sí, están aquí, pasad a la terraza, y allí estaban cenando Marcos, Roberto y Carlos;  Marcos y Carlos de siete años y Roberto de once en una mesa elegante con mantel y velitas con nuestros vecinos y otros invitados. Es que estaban delante de la casa jugando y les he puesto plato en la mesa a los tres, dijo Paz. Casi nos ruborizamos al ver que habíamos conocido gente tan encantadora y entrañable. Queridos amigos, Emilio y Paz, desde mi familia nos sentimos a vuestro lado con ese dolor punzante que lo inunda todo de tristeza luctuosa. 


Escoria de guante blanco.

En este contexto la escoria viste trajes costosísimos y llamativas corbatas de seda. Ya nos advirtió contra esta escoria el que fue tercer presidente de EEUU Thomas Jefferson con una frase del año 1802 que ha tenido una trascendencia profética por haber vaticinado una realidad que en pleno siglo XXI tiene agobiada a toda la población mundial. La frase dice textualmente:

Si el pueblo permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y las instituciones florecerán en torno a ellos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa, sin techo sobre la tierra que sus padres conquistaron.

Umbral decía que los bancos tienen una conducta reptil. Es cierto, los bancos son instituciones controladas por cerebros maquiavélicos con un voraz y monstruoso ánimo de lucro a costa de lo que sea, incluso a costa de robar los ahorros a los ancianos. Y así tenemos a la escoria legalizada porque las autoridades no tienen poder para defender a los ciudadanos contra esta monstruosa escoria de los bancos. Si quiebran hay que salvarlos porque de lo contrario sucumbiría la economía del país, y así al recuperarse y volver a generar inmensos beneficios no devuelven el dinero que el pueblo a través del gobierno les ha prestado, los beneficios están destinados a continuar engrosando la enjundia de sus accionistas. Esto es una basura intolerable que incrementa exponencialmente la riqueza de unos pocos y empobrece a la población normal y trabajadora. Los bancos no pueden estar en manos privadas y todos están en manos privadas. Los bancos no deberían ser entidades con ánimo de lucro y son entidades con un voraz y monstruoso ánimo de lucro. Las necesidades básicas de las personas (alimentación, combustibles, electricidad, agua, telefonía, banca y seguros) no deberían estar en manos de gigantescos y despiadados especuladores, ellos son un atraco legal a la población. Las grandes superficies comerciales son una aberración que ha arruinado al pequeño comerciante de toda la vida en beneficio de grandes corporaciones que pagan sus impuestos en paraísos fiscales. Los políticos no deberían permitir grandes superficies y los ciudadanos no deberían pisarlas para nada. Los bancos no tienen escrúpulos, son capaces de robar de muchas maneras. Han cometido salvajadas de todo tipo y ahí están sonrientes con sus lustrosas corbatas de seda y sus restaurante de lujo. Nadie puede con ellos, ellos son los modernos íncubos y súcubos, no se les puede atrapar. La riqueza los ha hecho invulnerables, atrás quedaron aquellos tiempos en los que el orfebre del pueblo tenía una caja grande para guardar los ahorros de la gente, después  colocaron un banco de madera donde se iniciaron las primeras transacciones bancarias. En aquel entonces denominaron "bancarrota" a las quiebras porque los clientes destrozaban a hachazos el banco de madera y mataban al banquero que había malversado sus ahorros. Por eso todavía se llaman bancos, por el banco de madera que usaban. Las tendencias políticas que podrían nacionalizar las necesidades básicas son peor que lo que tenemos actualmente porque ellos nacionalizarían hasta la conducta de las personas, nos harían vestir igual a todos, el mismo peinado...  y nos alimentarían con una pequeña ración de arroz y un mendrugo de pan ázimo, nada más. Seríamos una sociedad tipo Corea del Norte. No hay solución, las futuras generaciones van directamente a un abismo impredecible.