sábado, 19 de octubre de 2019

DISCURSO SOBRE LA CORDURA



Aldous Huxley



Aldous Huxley dijo que ya no quería esforzarse en demostrar que la cordura es imposible. Yo supe quién era Huxley cuando leí su obra más emblemática, una distopía que conmovió los ambientes literarios. Un mundo Feliz ocupa el puesto cinco en la lista de las cien mejores novelas de la Modern Library.

Hizo bien en no esforzarse por demostrar eso, basta echar un vistazo a las noticias de cada día o conocer un poco la historia humana para ver que está de sobra demostrado, la cordura es una utopía imposible. Los humanos somos tan manipulables que nos aferramos a tendencias políticas o religiosas en plan gregario, como si fuera una necesidad de llenar los espacios huecos de nuestra conciencia o de nuestras frustraciones o de nuestros pensamientos o de nuestras ensoñaciones. O tal vez se trate de esta naturaleza ancestral que nos mantenía siempre con las armas en la mano, fuera para cazar o para defendernos del hostil entorno. Y ahora con todas las comodidades y sin ninguna posibilidad de que un depredador nos devore, nuestra naturaleza está hambrienta de lucha, harta de no tener enemigos que nos puedan lanzar una jabalina de madera que nos atraviese el corazón. Entonces tenemos que buscar enemigos como sea: los que no crean en nuestro dios merecen morir (eso ya no está tan arraigado, pero todavía existe). Los pensamientos políticos conservadores son propios de unos carcas del pasado, unos intolerantes que se han quedado en las cavernas, mentes limitadas que todavía creen en dios y en la vida eterna después del juicio final. Y los pensamientos progresistas los defienden unos irresponsables que no saben poner orden en la sociedad y sólo están ahí, disfrazados de filántropos,  para sacar provecho personal y de paso alimentar su vanidad. Sí, es así: hay que estar en un lado u otro y hay que vituperar al del otro lado. Así se pueden mantener los pensamientos encrespados para que no se adormezcan en el tedio cotidiano. Estos días vemos una justificación a lo que digo, en Cataluña ya no se trata sólo de las reivindicaciones políticas, legítimas o no ahí están. Allí ocurre que se ha abierto un espacio donde uno se puede desestresar prendiendo fuego a las cosas, y por eso han aparecido individuos de muchos países tirando piedras a la policía, quemando contenedores de basura, destrozando escaparates, etc. A estos les da igual la independencia de Cataluña, ellos quieren lío y allí lo tienen fácil, igual como si se tratara los Sanfermines de Pamplona o la Tomatina de Buñol, pero con ánimos ponzoñosos. Lo de Cataluña es más peligroso porque los chicos menores de edad no están formados y su conducta puede derivar a campos inadecuados para su futuro, un lugar como los demás donde la cordura es imposible, donde si no hay enemigos hay que crearlos. Supe de un caso en que tenían que derribar un hotel viejo y lo ofrecieron para desestresar a las personas, les entregaban un gran mazo y los ponían a tirar paredes. Allí, enfurecidos, se ponían a picar como locos, imagino que mentalmente dedicaban cada martillazo a alguien de la derecha o de la izquierda según su marcada ideología. Después iban a su casa a ducharse y dormían como angelitos. Creo que también alquilan unas habitaciones donde uno se puede encerrar para romper platos y otras insonorizadas para gritar. Y así nos encontramos con que el único atisbo de cordura se balancea en el anhelo de pertenecer a un error, a un fanatismo o a un dios. El único lugar acertado sería aquel que no pertenece a nada, a nada más que a su familia, a sus amigos, a su profesión y a sus aficiones. Ya nada es tan grave como en nuestro pasado, en la actualidad no creo que ningún pueblo pueda llegar a ser tan fanático y despiadado como lo fueron en la primera mitad del siglo pasado el pueblo Teutón, los Jemeres Rojos, Stalin, Mao Zedong y tantos otros. Ya nadie anda con estas conductas, creo. 

La masificación de personas acrecienta los problemas, y a eso se refería ya Diógenes unos trescientos a. de c. Aquello era una pequeña muestra del desorden: al agruparse la gente empezaban los líos. Y así tenemos que las leyes son la prueba más fehaciente de nuestras imperfecciones y al mismo tiempo la más clara muestra de nuestra evolución en sociedad (esta frase es mía y ya la he publicado en otros artículos). Pero si se da el caso de que no se respetan las leyes se produce una grieta en nuestra convivencia. Y el problema del anhelo de independencia de muchos catalanes rompe la armonía de la convivencia, pero yo no creo que haya que echar la culpa a estos catalanes sino más bien a la constitución de 1978 y a los gobiernos sucesivos que no han sabido encaminar sus inquietudes. Eso de defender la unidad de España derramando hasta la última gota de sangre ha quedado anticuado, es lo que nos hacían jurar cuando yo era Cabo de Artillería. Eso ya no es así. No hay que derramar sangre, ya bastó la sangre derramada en todas las guerras que dejó los campos embebidos de vergüenza. Respecto a la independencia de Cataluña soy partidario de que se dé una solución política. En primer lugar sí creo que un referéndum es legítimo y el gobierno español debería instrumentar lo que en Derecho proceda para que se pudiera llevar a cabo esta consulta en Cataluña, después, si resultara la mayoría partidaria de la separación de España, entiendo que procedería la consulta al resto de España pero sin fanatismos, tranquilamente y que en los mitines se apoyara la opción de dejar que el pueblo catalán eligiera su destino. Yo estoy con vosotros y con vuestros anhelos, hermanos catalanes, pero la cordura es imposible. Si con los años se obtiene la separación de España habrá valido la pena vuestra lucha: los políticos que ahora están en la cárcel y los exiliados, pasados los años, serán estatuas de bronce en parques y jardines igual como los otros héroes de tiempos atrás y se les rendirán merecidos honores por su valentía. Después podría ocurrir que nada hubiera valido la pena y que la lucha, el sufrimiento, la cárcel, etc. todo eso resultara inútil si ocurre lo que ya muchos vaticinan y saben: Europa se convertirá en un solo país igual como EEUU. El tejido de esta unión se está hilvanando desde hace muchos años: el Mercado Común, la Unión Europea, moneda común, tribunales comunes, comisarios con competencias en todos los países de la unión, eliminación de fronteras, espacio Schengen, control presupuestario desde el gobierno de Europa, los productos "made in Europa" están ahí, etc. Si no fuera dentro del contexto de Huxley, ajeno a la cordura, en el que estamos alojados, creo que no podría comprender los afanes secesionistas porque todo fluye en sentido contrario. Al ser sobre el año treinta y dos del siglo pasado cuando Huxley escribió Un Mundo Feliz se entiende perfectamente que él viera la cordura como algo imposible, se estaba urdiendo la mayor de las guerras jamás habidas, y el miedo se respiraba en la brisa de toda Europa. Ahora, en Europa, no se respiran aires bélicos y por ello sería deseable que pudiera entrar la cordura y el raciocinio en el cerebro de la gente que perturba la paz de las calles, los de un lado y los del otro también.  

No me voy a preocupar mucho de todo esto porque ya será tema para nuestros descendientes quienes pueden verse en un mundo muy distinto. No soy habitual lector del periódico El Mundo, pero el del día 7 de noviembre, día en el que he escrito este discurso, ha valido la pena porque hay un artículo que habla de que en el futuro tal vez haya que votar a un robot porque la inteligencia artificial será siempre más eficaz que la humana, luego desaparecerá eso que separa a los pueblos: derechas e izquierdas al abismo, y prevalecerá el razonamiento humanístico y científico. Después acaba diciendo que lo de que el presidente de un país sea un robot por ahora puede resultar demasiado fantasioso, pero que sea un híbrido, medio humano medio ordenador, ya se ve más próximo. En la época que yo tenía un Seat 600 ¿quién iba a imaginar que tendríamos coches híbridos? 

A Diógenes se le conoce también por "Diógenes el cínico", y se le atribuye esta cita: Cuanto más conozco al hombre, más quiero a mi perro. La vigencia de muchos postulados de filósofos antiguos es asombrosa, lo podemos comprobar ante el hecho de que la gente de los pueblos es más amable y está más tranquila que la gente que vive en las ciudades. Y las ciudades, cuanto más grandes, más problemáticas. En el año 1975 no sé a quién se le ocurrió denominar "Síndrome de Diógenes" a quienes padecen la enfermedad del aislamiento y la acumulación de basura y de trastos inútiles. Hay quien dice que es poco afortunada la denominación, pero se puede explicar a partir de que este filósofo preconizaba el desprecio a la organización social, y además era un vagabundo. Respecto a la agrupación de las personas, yo pienso que hay una explicación, los líos se hacen más grandes de manera proporcional al número de habitantes de una ciudad, y el motivo, además de lo expuesto al principio sobre nuestra naturaleza ancestral, es la moderna arquitectura. Si un hombre puede sembrar flores, tomates o cebollas en la tierra que tiene en su casa tendrá más disposición a cuidar de sus hortalizas que de ir a montar follón contra los unos o los otros. Por ello, es la arquitectura y la especulación la culpable de todo, el gran capital encajona a la gente en viviendas que son como nichos para cubrir sus necesidades básicas y les da igual si lo que hacen es preparar el terreno para la proliferación de conflictos sociales. Ellos ganarán mucho dinero mientras la gente pelea o grita en la calle contra lo que sea. No todos pueden alquilar una habitación para romper seiscientos platos en un par de horas. Los ricos de cada día son más ricos y la inmensa clase media de nuestro país está viendo cómo disminuye su poder adquisitivo, año tras año, sin parar. Y Así hay que dejar de hacerse ilusiones, tu partido político, el que vas a votar no hará nada por cambiar esto, no puede hacer nada, así que todo es un ametrallamiento verbal, diría Valicourt, del que deberíamos protegernos en lugar de aplaudirlo. Nadie arreglará nada. Y si alguien arregla algo otro lo estropeará, diría Murphy.