Parece
que la genialidad no es hereditaria. No hay nadie para sustituir la magia de
las letras del difunto García Márquez. Él rompió los moldes de lo establecido
hasta entonces, de lo hortodoxo en la literatura. Agarró los cuentos de su
abuela, quien confundía fácilmente la ficción de la realidad palpable, como ha
ocurrido con muchas de nuestras abuelas, y tuvo el coraje de escribir, por
ejemplo, que Melquíades estuvo doscientos años muerto y se cansó de estar
muerto y regresó al pueblo. Yo he escuchado historias de abuelas; escuché que
una mesa con dos cirios encendidos perseguía a una abuela por la calle y que
esta misma abuela vio a su madre muerta caminando de su brazo por la calle como
un ectoplasma de ceniza. Recuerdo que cuando escuchaba estas palabras me daba
cuenta de que quien me hablaba creía ciertos estos sucesos. También escuché a
personas de mediana edad hablando de los ángeles, de su existencia
imperceptible y protectora, de ángeles buenos y de ángeles malos. Y me acordé
de la recurrente frase gallega: “Las meigas no existen pero haberlas haylas”. La
novela “Cien años de Soledad” está llena de meigas, de mariposas amarillas y de
flores; pero más que otra cosa está llena de belleza.
2 comentarios:
Su legado literario durará imperturbablemente por los siglos de los siglos.
CIERTO
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