Esta
pregunta es tan contundente que nos hace sentir obligados a contestarla, a
contestárnosla a nosotros mismos. Si estamos en ambientes de izquierda no queda
elegante manifestarse monárquico y en ambientes conservadores no queda fino
decir que somos republicanos. Y así damos más importancia a la opinión de los
demás que a lo que, de manera reflexiva, diga nuestra conciencia. La
imparcialidad intelectual nos lleva a la conclusión de que da lo mismo el
modelo de Estado, lo que importa es la paz social, la unión de los españoles
que legitimó la Carta Magna. Importa que la monarquía cuesta menos que una
república y que, a pesar de Urdangarín (a cualquiera le puede salir rana un
yerno), el rey de España no ha sido corrupto ni lo será Felipe VI. Lo que no
podemos afirmar con tanta rotundidad es que un posible presidente de república
no aparezca detenido por violentar a una chica, como ocurrió con Dominique
Strauss-Kahn, quien habría podido alcanzar la presidencia de la república
francesa. Juan Carlos I ha mejorado nuestro país, y su hijo continuará haciendo
este trabajo. Por eso yo me inclino por lo que creo que más nos conviene:
continuar con la monarquía. Las pancartas de la izquierda rabiosa (Pablo
Iglesias) son maravillosas, me encantan; pero todos sabemos que en el fondo se
trata de utopías que han destrozado y continúan destrozando a millones de seres
humanos. George Orwell lo explicó como nadie en su “Rebelión en la granja”.