María Rosaria Omaggio, la lozana andaluza. |
Yo
nací en medio de la década de los años cincuenta. Una época
gobernada por la hipocresía, una falsedad de la que no era el único
responsable el jefe del Estado Español, también lo era la
iglesia católica y los circunstantes de ambos: gozaban de
unos tentáculos violentos que imponían sus absurdos criterios hasta
en los colegios de los más pequeños. Todo era pecado. Las áreas
erógenas de la anatomía humana eran territorios secretos y
pecaminosos; por eso, en aquellos tiempos era impensable actuación
alguna, bien consistiera en rasurar la zona púbica o en instalar
argollas metálicas en esos lugares tan delicados. Era pecado también
el onanismo, que, según decían, debilitaba los huesos y provocaba
la pérdida de agudeza visual. La libertad actual permite a
cualquier persona todo tipo de intervenciones. Y la más usual es el
rasurado genital femenino. Aunque también, además, hay quien se
hace dibujar tatuajes de demonios, flores, mariposas, sílfides o
corazones atravesados por una flecha. Yo me apunto directamente y sin
condición alguna a la libertad, pero añoro la belleza natural de
antaño. Tal vez se quedara instalada en mi memoria la imagen de
María Rosaria Omaggio, desnuda, cuando se duchaba, en aquella
película titulada “La Lozana Andaluza”. Recuerdo las dos
prominencias mamarias y el triangulito de vello de la bellísima
actriz italiana. Las tres cosas constituían los vértices de un
triángulo isósceles cuyo ángulo desigual era la parte superior de
la vulva femenina. Ahora ya han quedado obsoletos los
triángulos: ya no los hay. La zona púbica se ha convertido en una
prolongación del resto de la superficie cutánea que carece de
distintivos naturales. Parece —en el caso de las mujeres— como si
no hubiera nada. He consultado con algunas amistades: hay gente
a la que le parece de mal gusto que las mujeres se rasuren esa zona,
en cambio otras personas dicen que el rasurado mejora la higiene, y a
mí me parece ridículo este argumento porque cuando hay agua y jabón
todos los días, no importa que haya vello o no.
Según
parece la opinión en un sentido u otro depende de la edad, los más
jóvenes se inclinan por el rasurado y los mayores prefieren que las
cosas continúen como siempre han estado. Y así de un tiempo a esta
parte se ha adoptado una palabra inglesa: “vintage” (que
significa vendimia) para referirse a todo lo pasado de moda: coches,
vello púbico, canciones, etc. En fin, que cuando uno llega a mi edad
ya tiene la impresión de estar pasado de moda; pero no es sólo una
impresión, es que a los sesenta ya estamos pasados de moda de
verdad. Nos queda la nostalgia del vello púbico, que tanto
embellecía la desnudez femenina, y de la música “vintage” de
Bee Gees, Dire Streets, Neil Diamond, Kansas, Simon & Garfunkel,
Rolling Stones. Y ya también de los magníficos Guns & Roses,
Roxette, Blondies, etc.