En
febrero de 2009 el periódico El Mundo dedicó dos páginas enteras a Charles Darwin con motivo de cumplirse doscientos años de su nacimiento. El periodista hablaba de la tristeza que le producía
el hecho de que unos ciento cincuenta años después de que Darwin
demostrara que los humanos evolucionamos a partir
de formas de vida inferiores, un ochenta por ciento de la población
mundial no lo sabe o no lo cree. Darwin tuvo problemas, se burlaron
de él. Hubo publicaciones que lo caricaturizaban con cara de mono.
Pero la crítica tuvo que rendirse porque su teoría de la evolución
fue aceptada como un hecho por la comunidad científica, aunque su
otra teoría de la selección natural no fue aceptada hasta la década
de 1930. ¿Pero qué pasa en la actualidad? Pues ocurre algo
incomprensible e irracional porque su legado científico constituye la
base de la moderna Biología como ciencia y sólo un veinte por
ciento de la población mundial se lo cree.
Al
final del libro EL ORIGEN DEL HOMBRE, Darwin escribió su conclusión:
La principal conclusión a la que aquí se ha llegado, y que actualmente apoyan muchos naturalistas que son bien competentes para formar un juicio sensato, es que el hombre desciende de alguna forma altamente menos organizada. Los fundamentos sobre los que reposa esta conclusión nunca se estremecerán, porque la estrecha semejanza entre el hombre y los animales inferiores en el desarrollo embrionario, así como en innumerables puntos de estructura y constitución, tanto de importancia grande como nimia (los rudimentos que conserva y las reversiones anómalas a las que ocasionalmente es propenso) son hechos incontestables.
Resulta
absurdo que actualmente en redes sociales de Estados Unidos exista
una enorme polémica entre el Creacionismo religioso y el
Evolucionismo de Darwin, una polémica que viene de atrás, durante
casi todo el siglo XX ha existido esta batalla que continúa y
continuará. No obstante, esta controversia existe en casi todo
Occidente. Y en los países muy confesionales no existe debate porque
todos creen en dios, en su bondad y que fue él quien creó a
nuestros primeros padres. Y así tenemos un mundo agonizando por
el absurdo (Saramago). Si los que tienen la responsabilidad de
enseñar a los niños tuvieran un poco de altura de miras podrían
poner remedio a muchos problemas futuros. Pero no, ni siquiera los
responsables de la educación se atreven a nada porque son más
importantes los votos y el poder que el bien común. Por esa
defectuosa educación que recibimos y que continúan recibiendo los
jóvenes, la mayoría de la gente no es capaz de asumir que somos
animales, que nacemos, crecemos, nos reproducimos, envejecemos, morimos y se
acabó. Nadie nos protege, nadie anda con una libreta tomando nota de
nuestros actos para pedir explicaciones en un juicio final. Tal vez
debiéramos entender estas cosas al ver a tanta gente religiosa que
sufre un terremoto o un huracán que mata a sus hijos sin tener en
cuenta sus oblaciones. O Quizá debiéramos preguntarnos por qué hay
seres humanos que matan a otros, que violan y matan a niños. La
respuesta posiblemente iría encaminada a admitir que hay muchos
seres humanos defectuosos, y si dios existiera y fuera todopoderoso y
omnipresente no toleraría estos desastres, un presunto dios no habría creado seres tan defectuosos, un presunto dios no sería tan inicuo. Así que las cosas de las
religiones no cuadran. Se mire por donde se mire no cuadran. Igual que ya sabemos que las tempestades del mar no se producen por berrinches de Poseidón y que los vientos huracanados no son estornudos de Eolo y que los volcanes no son flatulencias de la diosa Gaia, también se sabe que no existe ningún dios, pero vivimos en un mundo que prefiere adormilarse en la mecedora de las costumbres o encresparse por lo prosaico y banal antes que mirar de frente y asumir la modesta verdad que conocemos, a la modesta verdad de Charles Darwin.
Me
pregunto por qué todavía se imparten clases de religión
en los colegios y se enseña a los niños cosas tan absurdas como que
en el libro del Génesis, desde el versículo 26 del capítulo 1 se
explica quiénes fueron nuestros primeros padres: Adán y Eva. Y no
hablan de las consecuencias axiomáticas del asunto: si esto fuera
cierto la raza humana procedería de aberraciones incestuosas. A eso
no lo explican en iglesias y colegios, luego toman por tontas a las
personas. A mi generación la educaban para que fuera tan nefelibata
como los que nos enseñaban tantas estupideces; aunque debo ser más
justo, debo decir que en las clases de Gramática, Geografía,
Matemáticas, Física y Química decían la verdad, todo lo demás
era mentira. Hay creyentes que, por escapar de la encerrona bíblica,
hablan de lenguaje figurado y tienen razón, hay mucha metáfora en
la Biblia, pero con lo de nuestros primeros padres no hay alegorías
que valgan: es mentira... es una aberración. La teoría
“Creacionista” procede de las antiguas escrituras, cuyos textos
son sagrados para muchos miles de millones de seres humanos. Y ante
el peso incontrovertible de las teorías de Darwin nos
encontramos con que en la cristiandad pretenden hacerlas compatibles.
Hacen referencia a que los descubrimientos y las investigaciones de Darwin no explican la creación
del universo, y eso es una estupidez porque él nunca pretendió
explicar más que lo que explicó. Y respecto al universo, quiero
dejar aquí dos comentarios de un hombre reconocido entre los más sabios del mundo contemporáneo y que todavía vive, mal, pero aún vive: Stephen Hawking:
1.-
Sólo somos una raza avanzada de monos...
2.-
La física moderna descarta a dios como creador del universo, tal
como en el pasado lo hizo el Darwinismo, que echó por tierra las
ideas de dios como creador de los seres vivos.