viernes, 17 de noviembre de 2017

DOS PARTES




DOS PARTES.
Los dedos en las llagas de la actualidad. 
Parece como si todo estuviera compuesto de dos partes, más o menos antagónicas, más o menos amigas, más o menos enamoradas. La mayoría de los seres del reino animal se componen de dos partes simétricas, digo la mayoría porque hay excepciones: he visto animales asimétricos (Hay unos cangrejos que tienen una mordaza enorme y otra pequeña). Para que exista una amistad son necesarias, como mínimo, dos partes. Para el amor también hacen falta dos partes, y para que la vida continúe hacen falta dos sexos.

Somos esclavos de las dos partes porque siempre estamos en una de ellas y luchamos contra la otra. Creemos que la otra parte es mala y somos capaces de llegar a las armas, incluso a la guerra para defender la parte que creemos buena y honesta. Sólo aceptamos la simetría de nuestros cuerpos: esa parte izquierda o derecha de nuestro cuerpo no es nuestra enemiga, pero hay un motivo muy evidente: sin esa parte no seríamos más que medio cuerpo inútil que sólo podría caminar a saltitos. Cuando el amor se rompe, esa parte que completaba nuestra existencia ya comienza a odiar a la parte que antes amaba. Y esa es la naturaleza humana sobre la que el empirista David Hume escribió unos abultados volúmenes, unos textos larguísimos que la sabiduría popular resumiría en esta famosa frase: “La cabra tira al monte”. La naturaleza humana es un concepto sobre el que se han posicionado muchos filósofos. Darwin decía que podía cambiar con el tiempo, Rouseau que era maleable; Hegel, Nietszche y Sartre, entre otros, lo pusieron en entredicho; y la psicología moderna no se define. Y nosotros, la gente de la calle, ¿qué tenemos que pensar? Pues yo creo que empezamos a pensar que la naturaleza humana, entre otras cosas, tiene una mancha que no varía con el tiempo, que no es maleable y que se hace ostensible cada día en los medios de comunicación: las dos partes, una contra la otra. En partidos de fútbol ha habido muertos por defender a la parte a la que siguen. En política hay odios exacerbados hacia la parte contraria, y ahí se acometen toda clase de estratagemas y demagogias para vencer al contrario. Yo prefiero la sabiduría del refranero, la que dice que todos los extremos son malos, una sabiduría a la que los filósofos llaman llaman eclecticismo.

No me gusta hablar de política y no suelo hacerlo, pero sí me gusta analizar la conducta humana, y de eso tratan mis artículos que se publican en el blog pedrotugores.blogspot.com, como ya he dicho en otras ocasiones. Y si hablo hoy de las dos partes no es para adentrarme en los confines de la historia sino para ver cosas que ocurrieron en el turbulento siglo pasado y de qué manera nos afectan actualmente.

La extrema derecha
España vivió de rodillas durante cuarenta años bajo la dictadura de un individuo mediocre, inculto y con una frialdad de mármol a la hora de que sus alfanges cortaran cabezas. Adoctrinaban a los niños en los colegios para obedecer y vivir con miedo. El contubernio entre el Estado y el Clero ataba muy corto el pensamiento de la gente. La amenaza de los curas: nos amenazaban con algo más terrible que la muerte: el infierno, lugar donde se quemarían nuestras entrañas en una combustión eterna, o sea que no se trataría de morir y listo sino de sufrir el fuego eternamente en nuestra carne. Esa era una amenaza que yo escuché más de una vez siendo niño de una dictadura. Y la amenaza del Estado era ambigua, pero todos sabíamos que era fácil entrar en la cárcel y ser fusilado por pensar distinto. No había que pensar distinto, había que adherirse a la idiosincrasia establecida. Así que la extrema derecha esclaviza a la gente y la tiene atemorizada, acobardada y hundida.

La extrema izquierda
Cuando leí “La rebelión en la granja” de Georges Orwell, se me mojaron los ojos por la tristeza de unos acontecimientos que Orwell metaforizó en una granja. Los bolcheviques alzaron al pueblo ruso contra el zar prometiendo un comunismo idílico en el que ya no habría privilegiados y así consiguieron el poder, luego los mejores palacios y manjares pasaron a ser propiedad de los cabecillas: Lenin, Stalin, Trotski y sus acólitos. Ellos dejaron morir de hambre a la mitad de la población de su país. La llamada dictadura del proletariado ha sido más infernal que las dictaduras militares porque ellos, los militares, dejan ganar dinero a la gente por su trabajo, dejan tener negocios y dejan vivir, sin libertad, pero vivir en definitiva; en cambio la extrema izquierda no permite tanto. El poder es de unos pocos y sólo dejan migajas al pueblo que siempre vive en el filo del hambre. Ejemplos actuales destacados: Cuba, Venezuela y Corea del Norte. En estos países todo el dinero es para los que mandan y no tienen un “Generalísimo” sino un “Amado Líder” al que deben adorar como a un dios.

Comparaciones
A juzgar por lo ocurrido en el siglo XX, es un hecho incontrovertible que las dictaduras de la izquierda aplastan más al individuo que las dictaduras de derechas. Las dos dictaduras usan las pistolas para hacer callar a la gente, pero las militares no engañan, disparan y punto, y, empuñando las armas, obtienen el poder. Las dictaduras de izquierdas no usan las armas para obtener el poder, usan las mentiras más descaradas y nefarias que pueden usar las personas: prometen lo contrario de lo que piensan hacer (Rebelión en la granja).

Conclusiones para el presente
La derecha es corrupta y la izquierda también. Mucha gente honesta se adhiere a partidos anti-sistema como protesta por el desolador panorama político. Una postura muy legítima, pero algo ingenua, a juzgar por la historia del siglo XX. El colectivo anti-sistema muestra flecos de sus retorcidas intenciones: pretenden sacarnos de lo malo, pero no nos dicen que quieren llevarnos a algo mucho peor: Cuba, Venezuela, etc. Nada ha cambiado, el partido con más votos extremistas se financia a través de dictaduras socialistas, y la derecha se finanancia a través de la corrupción. Y así volvemos a las dos partes que nos esclavizan, dos partes egoístas en busca del poder a costa de lo que sea. Conociendo la demagogia política, me cuesta entender como hay tanta gente que defiende con ahínco a su partido, y me cuesta entender los motivos que llevan a las personas a seguir con fuerza un ideal político que siempre acabará decepcionándolos. Hablo del Estado, una fuerza dominada por el poder económico y encaminado a empobrecer a los ciudadanos en beneficio del gran capital. Cuando uno sabe de qué manera el capitalismo empobrece de cada día más a la gente, le entran ganas de rebelarse contra lo establecido, de hacer algo. Pero en estos casos viene a cuento una frase genial de Noel Clarasó: “Hay gente que cuando ha de hacer algo, hace algo, aunque no sea lo que tiene que hacer”. Y digo esto porque cualquier rebelión, la de Cataluña, por ejemplo, la entiendo, pero es alocada e inconsciente. Si Cataluña obtuviera la separación de España, posiblemente, en pocos años, nos acordaríamos de Orwell y de su rebelión en la granja porque siempre ocurre lo mismo. No sugiero la anarquía, y la rebeldía no sirve para nada. Estamos perdidos. Si el gobierno central es injusto con Cataluña, un posible gobierno de Cataluña también sería injusto con sus ciudadanos. Los cabecillas serían los que continuarían sangrando al pueblo, saldrían los nuevos sátrapas (como lo fue Pujol), y la historia se repetiría, como ha hecho siempre. Y sí resulta doloroso como nuestros hermanos catalanes tienen a sus dos partes encrespadas, una contra la otra, por motivos inútiles que no conducen a nada. Todo el entusiasmo, los gritos y las manifestaciones públicas de la gente a favor de la libertad y la independencia se convertirían, con los años, en el hastío de la derrota cotidiana, lugar en el que se tendrían que buscar otros ideales para continuar matando el tedio de sus vidas con una épica de ceniza. Siempre ha sido así, no hay excepciones. Habría que enseñar Historia con más coherencia a los niños para que de mayores estuvieran más relajados. Recuerdo una frase, no sé de quién, que decía: “Mira a la izquierda y a la derecha del tiempo, y que tu corazón aprenda a estar tranquilo”.

Se puede entender a las personas con vocación de servicio público de las administraciones locales, que por proximidad al ciudadano normalmente tienen una conducta correcta y eficaz, da igual que sean de izquierdas o de derechas. Las dos partes están muy próximas cuando se trata de ser coherentes. En Campanet y otros pueblos de Mallorca que conozco no observo ningún defecto político.

Las leyes son la prueba más demoledora de las imperfecciones humanas y a su vez también son la prueba más contundente de nuestra evolución como individuos en sociedad, si bien no pierden vigencia las tesis de Diógenes, los problemas que vaticinó están ahí.

La ley suprema: la carta magna, es la que ha conseguido que Europa viva en paz y apacigüe el antagonismo de las siempre presentes dos partes. Pero esto no significa que las dos partes se adormezcan porque los extremistas últimamente han intentado arañarla.

Creo que sería mejor para todos que las personas se ocuparan de ser lo más felices posible con su familia, con sus amigos y con su trabajo porque el poder, sea de la derecha o de la izquierda, siempre abusará de la gente. Creo que fue Kafka quien dijo algo así como que si ves el mundo como una parte contra ti, es mejor que te pongas del lado del mundo porque en contra no tienes nada que hacer.