martes, 6 de febrero de 2018

DUST IN THE WIND




El éxito de esta canción del grupo Kansas podría deberse a una composición musical excelente y a lo agradable del sonido sin tener en cuenta el significado de las palabras, principalmente en los países de habla no inglesa donde no se entiende lo que están diciendo. Y en cualquier lugar donde sí se entienda la letra, uno puede interpretar que están diciendo que no somos más que polvo en el viento, imaginando que volamos y que estamos exentos de las miserias telúricas. Pero, no. No es así. Esta canción es un canto contra la estúpida arrogancia de los que se creen importantes. No entiendo por qué te crees importante y lo muestras con tus actitudes frente a los demás. La soberbia de tu cara no está disimulada, se te nota cuando hablas y cuando callas; se te nota cuando saludas a otras personas porque no te queda más remedio, no lo has podido evitar fingiendo que que no lo has visto, aunque a veces finges que no lo has visto. Te sientes hierático y destacado y ves a los demás pululando dentro de la mediocridad.

Es a ti a quien va dedicada esta canción. Dice: No te resistas, nada es para siempre y con todo tu dinero no podrás comprar ni un minuto más. Eres polvo en el viento.

Tú crees que la razón siempre está de tu lado y que lo ajeno es insípido, pero no lo dices. Criticas en voz baja las circunstancias ajenas sin darte cuenta de que lo haces para mitigar tus miserias. La sabiduría milenaria es algo que no entiendes. Nunca llegaste a entender aquel proverbio antiguo que explica que los ríos más caudalosos son los que están más bajos porque todos los afluentes le entregan sus aguas. Y por eso tú eres un afluente raquítico que se seca cuando no llueve. Tu conciencia es hojarasca que se nutre con la comparación de las apariencias, por eso aparentas más y no te das cuenta de que sólo eres polvo en el viento. Caminas firme y envuelto en tu cáscara porque sabes que eso, la cáscara, entre otras cosas, sirve para ocultar el verdadero color de las cosas. Y así ocultas a los demás el color gris pálido de tus míseras verdades. Allí donde tienes una pizca de poder eres insoportable. Quien no te muestre admiración, obediencia y aguante tu verborrea y tus pleonasmos ya puede ir buscando otro trabajo porque le amargarás la vida con estúpidas y caprichosas determinaciones. Pero si eres su alumno no te escaparás tan fácilmente, tendrás que soportar sus arbitrariedades que siempre serán proporcionales al nivel de dignidad que tenga en su casa: si en su intimidad lo regañan, en el trabajo crece exponencialmente su arrogancia y su testarudez. Te conozco de sobra porque estás en muchos lugares: empresas, banca, docencia, organismos, política y en cualquier bar de pueblo o de ciudad y también en cualquier calle mostrando afectación por tus altas responsabilidades. A menudo te dices a ti mismo: Si no fuera por mí nada funcionaría, y te lo crees. Eres un parásito omnipresente. Muchas veces, no siempre, he sabido protegerme de ti y te he mantenido alejado. Cuando te he tenido frente a mí te he engañado mostrando la admiración que necesitabas para acceder a mis propósitos. He conseguido engañarte muchas veces, no siempre. A los de la antesala les haces esperar aunque no haya nadie en tu despacho, incluso a los que, ingenuamente, llamas amigos, porque esa espera te hace sentir importante y alimenta el limo viscoso de tu vanidad. La canción dice que todo lo que hacemos se desmorona en el suelo y tú no lo entiendes y crees que lo tuyo siempre se mantendrá lustroso. Todo es polvo en el viento y tú no te enteras de nada.

Esta diatriba sólo va dirigida a quien se sienta aludido o aludida, y no voy a intentar suavizar lo escrito con comentarios filantrópicos porque los destinatarios de estas letras, afortunadamente, son minoría aunque estén por todas partes y se hagan notar como una protuberancia llena de pus.