El
éxito de esta canción del grupo Kansas podría deberse a una
composición musical excelente y a lo agradable del sonido sin tener
en cuenta el significado de las palabras, principalmente en los
países de habla no inglesa donde no se entiende lo que están
diciendo. Y en cualquier lugar donde sí se entienda la letra, uno
puede interpretar que están diciendo que no somos más que polvo en
el viento, imaginando que volamos y que estamos exentos de las
miserias telúricas. Pero, no. No es así. Esta canción es un canto
contra la estúpida arrogancia de los que se creen importantes. No
entiendo por qué te crees importante y lo muestras con tus actitudes
frente a los demás. La soberbia de tu cara no está disimulada, se
te nota cuando hablas y cuando callas; se te nota cuando saludas a
otras personas porque no te queda más remedio, no lo has podido
evitar fingiendo que que no lo has visto, aunque a veces finges que
no lo has visto. Te sientes hierático y destacado y ves a los demás
pululando dentro de la mediocridad.
Es
a ti a quien va dedicada esta canción. Dice: No te resistas, nada
es para siempre y con todo tu dinero no podrás comprar ni un minuto
más. Eres polvo en el viento.
Tú
crees que la razón siempre está de tu lado y que lo ajeno es
insípido, pero no lo dices. Criticas en voz baja las circunstancias
ajenas sin darte cuenta de que lo haces para mitigar tus miserias. La
sabiduría milenaria es algo que no entiendes. Nunca llegaste a
entender aquel proverbio antiguo que explica que los ríos más
caudalosos son los que están más bajos porque todos los afluentes
le entregan sus aguas. Y por eso tú eres un afluente raquítico que
se seca cuando no llueve. Tu conciencia es hojarasca que se nutre con
la comparación de las apariencias, por eso aparentas más y no te
das cuenta de que sólo eres polvo en el viento. Caminas firme y
envuelto en tu cáscara porque sabes que eso, la cáscara, entre
otras cosas, sirve para ocultar el verdadero color de las cosas. Y
así ocultas a los demás el color gris pálido de tus míseras
verdades. Allí donde tienes una pizca de poder eres insoportable.
Quien no te muestre admiración, obediencia y aguante tu verborrea y tus pleonasmos ya
puede ir buscando otro trabajo porque le amargarás la vida con
estúpidas y caprichosas determinaciones. Pero si eres su alumno no
te escaparás tan fácilmente, tendrás que soportar sus
arbitrariedades que siempre serán proporcionales al nivel de
dignidad que tenga en su casa: si en su intimidad lo regañan, en el
trabajo crece exponencialmente su arrogancia y su testarudez. Te
conozco de sobra porque estás en muchos lugares: empresas, banca,
docencia, organismos, política y en cualquier bar de pueblo o de
ciudad y también en cualquier calle mostrando afectación por tus
altas responsabilidades. A menudo te dices a ti mismo: Si no fuera
por mí nada funcionaría, y te lo crees. Eres un parásito
omnipresente. Muchas veces, no siempre, he sabido protegerme de ti y
te he mantenido alejado. Cuando te he tenido frente a mí te he
engañado mostrando la admiración que necesitabas para acceder a mis
propósitos. He conseguido engañarte muchas veces, no siempre. A los
de la antesala les haces esperar aunque no haya nadie en tu despacho, incluso a los que, ingenuamente,
llamas amigos, porque esa espera te hace sentir importante y alimenta
el limo viscoso de tu vanidad. La canción dice que todo lo que
hacemos se desmorona en el suelo y tú no lo entiendes y crees que lo
tuyo siempre se mantendrá lustroso. Todo es polvo en el viento y tú
no te enteras de nada.
Esta
diatriba sólo va dirigida a quien se sienta aludido o aludida, y no
voy a intentar suavizar lo escrito con comentarios filantrópicos
porque los destinatarios de estas letras, afortunadamente, son
minoría aunque estén por todas partes y se hagan notar como una
protuberancia llena de pus.