Dice
la RAE que la escoria es una sustancia vítrea que sobrenada en el
crisol de los hornos de fundir metales y procede de la parte menos
pura. Dice también que es una materia desechable que suelta el
hierro candente al ser martilleado, lava porosa, residuo.. y ya como
quinta definición la Real Academia usa la metáfora para decirnos
que escoria es cosa vil y de ninguna estimación. Será por eso que
mis pensamientos han creado un paralelismo entre el discurrir de un
cordón de soldadura eléctrica (cosa en la que he trabajado muchos
años) y el discurrir de la vida humana, será porque ambos
itinerarios van soltando escoria. No vamos a hablar de la escoria del
metal porque no es dañina, salvo alguna esquirla en el ojo que sí
fastidia sobremanera y a menudo requiere la intervención de un
médico. Mejor me referiré a dos tipos de escoria: la truculenta y
la de guante blanco.
Escoria
truculenta.
Desde
una visión respetuosa hacia todas las personas, una visión que me
caracteriza, debo decir que las excepciones, como sobradamente es
conocido, confirman las reglas, y así no vamos a abanderar respeto
alguno hacia la escoria humana. Forman la escoria humana aquellas
personas que violan y matan, las que ejercen violencia de género,
física o psicológica. Y formarían parte de la escoria más
truculenta aquellos seres que son capaces de violar y matar a niños.
Si dentro de este maloliente contexto deseamos aferrarnos, aunque sea
sólo un poquito, a la empatía, cabrá entristecerse por los motivos
originales que abrieron el camino a que los cerebros de esta escoria
pudieran degenerar hasta tales atrocidades. Una persona no se vuelve
asesina de la noche a la mañana sin más, nadie viola ni mata porque
sí. Y los motivos casi siempre proceden de una desastrosa infancia.
Siempre han existido padres irresponsables que con su ejemplo han
creado monstruos, y los monstruos también se reproducen y
continuarán reproduciéndose. Por ese motivo nada se arreglará,
siempre estaremos sobrecogidos por una cifra anual escalofriante de
mujeres asesinadas en manos de sus parejas o exparejas. He escuchado
justificaciones que no justifican nada, nada puede justificar un
asesinato. Aunque entiendo la terrible situación de un hombre que se
encuentra en la calle, sin recursos porque tiene que pagar la
hipoteca de la casa donde están sus hijos y su mujer con otro
hombre. Esto vuelve locos a algunos que cometen atrocidades, cuando
lo que deberían hacer es reflexionar sobre los motivos que
desembocaron en esta situación y buscar alternativas civilizadas.
Ya
no hay impunidad. Los criminales son perseguidos por la justicia y
casi todos acaban encarcelados. Ya no estamos en la Edad Media,
cuando los crímenes por violación y asesinato de niños y núbiles
tenían coartada: La iglesia católica inventó una suerte de
demonios, nocturnos y lujuriosos, llamados íncubos y súcubos; los
primeros demonios varón y los segundos demonios hembra. Cuando un
niño o niña aparecían violados y/o asesinados ya se sabía a quien
atribuir el delito, eran demonios, no se les podía vencer, su
captura era imposible, así que mejor rezar a dios para que no
aparezcan. Se pueden ver esos demonios de distintas formas y tamaños
en el buscador de Google basta con escribir: "Fotos de íncubos".
No sé si Miquel Vives publicará fotos de los demonios que yo le
sugiero, en todo caso lo dejo en sus manos. Tantos siglos de
impunidad. Ahora ya no hay fábulas que sirvan, si alguien viola y
mata a un niño la policía no va a buscar demonios, buscan escoria
humana culpable.
Este principio de marzo, en el que se me ha ocurrido escribir este artículo, parece como si de verdad hubieran renacido los demonios medievales. Un niño de ocho años asesinado en Almería, cuatro chicas mallorquinas muertas en accidente de tráfico en Miami, tres mujeres desaparecidas de las que una ya ha aparecido asesinada.
Y
el colmo de desgracias de este principio de marzo, un suceso muy
trágico y cercano que ha afectado a toda mi familia. Me llamó
Antonia, la madre de mis hijos, y me preguntó si había visto las
noticias, le dije que sí, que qué pasaba. Ella me dijo que el joven
de 33 años que había muerto en un hotel de Londres era Marquitos,
el hijo de Paz. Mi voz se congeló. Eso no debía suceder. Regresaron
los recuerdos de principios de los años noventa en que ambas
familias habíamos comprado un chalet en la misma calle de Secar de
la Real. Y enseguida supimos que no era normal tener la suerte de
haber encontrado unos vecinos tan entrañables. A los dos días de
vivir allí, una noche poco antes de cenar, los niños estaban
jugando en la calle, y al poco rato ya no estaban, luego comenzamos a
buscar a nuestros hijos, Roberto y Carlos y no los encontrábamos, la
madre de mis hijos y yo preocupados llamamos a los vecinos a ver si
habían visto a nuestros hijos, y cuando llamamos a la puerta de
Emilio y Paz nos dijeron sí, están aquí, pasad a la terraza, y
allí estaban cenando Marcos, Roberto y Carlos; Marcos y Carlos
de siete años y Roberto de once en una mesa elegante con mantel y
velitas con nuestros vecinos y otros invitados. Es que estaban
delante de la casa jugando y les he puesto plato en la mesa a los
tres, dijo Paz. Casi nos ruborizamos al ver que habíamos conocido
gente tan encantadora y entrañable. Queridos amigos, Emilio y Paz,
desde mi familia nos sentimos a vuestro lado con ese dolor punzante
que lo inunda todo de tristeza luctuosa.
Escoria
de guante blanco.
En
este contexto la escoria viste trajes costosísimos y llamativas
corbatas de seda. Ya nos advirtió contra esta escoria el que fue
tercer presidente de EEUU Thomas Jefferson con una frase del año
1802 que ha tenido una trascendencia profética por haber vaticinado
una realidad que en pleno siglo XXI tiene agobiada a toda la
población mundial. La frase dice textualmente:
Si
el pueblo permite un día que los bancos privados controlen su
moneda, los bancos y las instituciones florecerán en torno a ellos,
privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la
inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus
hijos se despertarán sin casa, sin techo sobre la tierra que sus
padres conquistaron.
Umbral
decía que los bancos tienen una conducta reptil. Es cierto, los
bancos son instituciones controladas por cerebros maquiavélicos con
un voraz y monstruoso ánimo de lucro a costa de lo que sea, incluso
a costa de robar los ahorros a los ancianos. Y así tenemos a la
escoria legalizada porque las autoridades no tienen poder para
defender a los ciudadanos contra esta monstruosa escoria de los
bancos. Si quiebran hay que salvarlos porque de lo contrario
sucumbiría la economía del país, y así al recuperarse y volver a
generar inmensos beneficios no devuelven el dinero que el pueblo a
través del gobierno les ha prestado, los beneficios están
destinados a continuar engrosando la enjundia de sus accionistas.
Esto es una basura intolerable que incrementa exponencialmente la
riqueza de unos pocos y empobrece a la población normal y
trabajadora. Los bancos no pueden estar en manos privadas y todos
están en manos privadas. Los bancos no deberían ser entidades con
ánimo de lucro y son entidades con un voraz y monstruoso ánimo de
lucro. Las necesidades básicas de las personas (alimentación,
combustibles, electricidad, agua, telefonía, banca y seguros) no
deberían estar en manos de gigantescos y despiadados especuladores,
ellos son un atraco legal a la población. Las grandes superficies
comerciales son una aberración que ha arruinado al pequeño
comerciante de toda la vida en beneficio de grandes corporaciones que
pagan sus impuestos en paraísos fiscales. Los políticos no deberían
permitir grandes superficies y los ciudadanos no deberían pisarlas
para nada. Los bancos no tienen escrúpulos, son capaces de robar de
muchas maneras. Han cometido salvajadas de todo tipo y ahí están
sonrientes con sus lustrosas corbatas de seda y sus restaurante de
lujo. Nadie puede con ellos, ellos son los modernos íncubos y
súcubos, no se les puede atrapar. La riqueza los ha hecho
invulnerables, atrás quedaron aquellos tiempos en los que el orfebre
del pueblo tenía una caja grande para guardar los ahorros de la
gente, después colocaron un banco de madera donde se iniciaron
las primeras transacciones bancarias. En aquel entonces denominaron
"bancarrota" a las quiebras porque los clientes destrozaban
a hachazos el banco de madera y mataban al banquero que había
malversado sus ahorros. Por eso todavía se llaman bancos, por el
banco de madera que usaban. Las tendencias políticas que podrían
nacionalizar las necesidades básicas son peor que lo que tenemos
actualmente porque ellos nacionalizarían hasta la conducta de las
personas, nos harían vestir igual a todos, el mismo peinado...
y nos alimentarían con una pequeña ración de arroz y un mendrugo
de pan ázimo, nada más. Seríamos una sociedad tipo Corea del
Norte. No hay solución, las futuras generaciones van directamente a
un abismo impredecible.