Silvia Kristel |
En la década de los setenta, cuando la homosexualidad todavía era
competencia de psiquiatras y policía, irrumpió en las grandes pantallas la
película Emmanuelle, así
se llamaba la protagonista interpretada por la actriz holandesa Silvia Kristel. En la
pantalla se la veía retozando lascivamente con mujeres y con hombres en
contextos altamente lujuriosos. Se trataba de un erotismo que hasta entonces
había permanecido oculto en nuestro país debido a la repugnante dictadura militar que
nos tocó sufrir y a la omnipresente hipocresía católica. Aun hoy, libres y sin censuras, resulta escandaloso que la
esposa mantenga un apasionado encuentro sexual con un desconocido y, al llegar a
casa, se lo cuente al marido para que los dos se exciten repasando minuciosamente todos los detalles del episodio.
Resulta más fácil tener ese encuentro, sea hombre o mujer quien lo haga, y
mantener el secreto. Así no se entera nadie de que nuestra naturaleza va por un
lado y nuestra fingida apariencia ante los demás va por otro.
Emmanuel no trataba de mero erotismo gratuito, era un concepto de ideas
diferenciador del que se hicieron incluso algunas tesis universitarias.
Representaba la separación entre el sexo y el amor, cosa que no está clara para
casi nadie. Y ese es el principal motivo de los divorcios y separaciones: el
posesivismo al que la sociedad nos induce, ese sentimiento que nos lleva
inexorablemente al tedio, al engaño o a la ruptura. Somos como somos y, según
se puede deducir por los anuncios de prensa e Internet, hay una gran cantidad
de hombres que utilizan los servicios sexuales de pago. El negocio del sexo
mueve ingentes cantidades de dinero. Y precisamente esta es la prueba de que
hay algo que no funciona bien en nuestra sociedad. Unos dicen que hay muchas
mentes viciosas y depravadas por ahí, y otros, en cambio, callados, pensarán
que deberíamos ser más valientes y no apartar la mirada ante la hipocresía con
la que barnizamos estos asuntos. Aunque llama la atención el hecho de que
los suspiros orgásmicos de Silvia Kristel hayan germinado en la sociedad, lo
digo porque hay muchos portales en Internet en los que parejas y matrimonios se
anuncian, algunos con fotos excesivamente explícitas y descaradas, ofreciéndose
para intercambiar las parejas en episodios sexuales sin ánimo de lucro. No es
difícil comprobar que eso es cierto y sí es fácil comprobar que nadie habla de
eso y si alguien habla algo es para negar una realidad que le sobrepasa.
Desde mi modesta página de opinión, aunque no se compartan estas
tendencias, se entiende que merecen respecto y que todas las personas tienen
derecho a vivir de acuerdo a sus propias
convicciones y creencias. No parece que las futuras generaciones vayan a
organizar sus vidas igual como lo hemos hecho hasta ahora. En informativos serios de
televisión he conocido palabrejas como: “triamor y poliamor”, neologismos que significan arreglos entre tres o más personas. Es decir que si un hombre ama a
dos mujeres se pueden organizar para vivir juntos los tres, o viceversa: si una
mujer ama a dos hombres se pueden organizar para vivir juntos los tres. Bueno,
y si se añaden otros, indistintamente de su sexo, también es posible. Eso
existe ya actualmente y podría desembocar hasta en un cambio en la arquitectura actual tanto de construcción de casas y edificios como de muebles. De hecho se nos ha colado un anglicismo en la arquitectura de nuestros días que podría ser el primer guiño a una nueva arquitectura adaptada a la sociedad del futuro, se trata de la palabra loft, que procede del Nueva York de los años cincuenta y se refería a espacios grandes que utilizaban clandestinamente para talleres de confección y almacenes, sin separaciones. Y ahora ya se construyen apartamentos que han bautizado de esta manera tal vez por aproximarse mejor el término inglés a lo que en realidad se construye. Veo posible que el término loft, que traducido significa desván, se aproxime más a la idea de los espacios a los que antes me he referido que a un desván en sí. Aunque yo no he visto ninguno de estos nuevos apartamentos supongo que los espacios para funciones fisiológicas sí tendrán su intimidad por lo grotesco que podría resultar si no fuera así. Cabe decir que no veo todavía la palabra loft en los diccionarios aunque su uso ya está muy extendido.
La enfermiza situación de los matrimonios actuales: más del cincuenta por ciento de divorcios y un altísimo y desconocido porcentaje de apatía, debe trasladar a la sociedad a otras formas de concebir la convivencia, otras formas menos conflictivas y más condescendientes con lo ajeno, se supone. Aunque todavía hay otro factor del que ya he hablado en otros artículos: lo económico. Antes un hombre joven con un empleo normal y sin una excesiva preparación, como era mi caso, ya se podía comprar piso, coche y tener hijos aunque su pareja no tuviera trabajo y sólo se ocupara de los niños y de la casa. Ahora, incluso con dos sueldos no es tan fácil. Luego la gente, víctima de la voracidad de los grandes capitales y de la globalización, irá pensando en otras alternativas y los más mayores quedaremos boquiabiertos con las nuevas palabrejas que antes he mencionado.
La enfermiza situación de los matrimonios actuales: más del cincuenta por ciento de divorcios y un altísimo y desconocido porcentaje de apatía, debe trasladar a la sociedad a otras formas de concebir la convivencia, otras formas menos conflictivas y más condescendientes con lo ajeno, se supone. Aunque todavía hay otro factor del que ya he hablado en otros artículos: lo económico. Antes un hombre joven con un empleo normal y sin una excesiva preparación, como era mi caso, ya se podía comprar piso, coche y tener hijos aunque su pareja no tuviera trabajo y sólo se ocupara de los niños y de la casa. Ahora, incluso con dos sueldos no es tan fácil. Luego la gente, víctima de la voracidad de los grandes capitales y de la globalización, irá pensando en otras alternativas y los más mayores quedaremos boquiabiertos con las nuevas palabrejas que antes he mencionado.