Immanuel Kant |
Las cosas de ayer ya quedaron atrás. Uno empieza el día como
si nada hubiera pasado, como si no hubiera existido el lunes. Nada que
destacar, sólo que el loco de Trump no quiere admitir su derrota y si continúa
así lo tendrán que echar a patadas de aquel edificio. Desde nuestra vieja
Europa cuesta un poco entender aquel país de locos. EEUU es igual de salvaje
que antes, cuando nos lo mostraban en las películas Del Oeste con la música de Ennio Morricone y Clint Eastwood matando
a los malos. Allí si no tienes dinero te mueres, sólo tienen acceso a la
sanidad los ricos porque los de clase media tienen un seguro médico que sólo
cubre la gripe y supongo que alguna magulladura u ojo morado. Uno puede tener
una pistola, incluso una ametralladora para defender su casa o para volverse
loco y pegar tiros por la calle o en un colegio: una pena de país, aunque sepan
hacer buen cine. Para sus guiones no necesitan imaginación les basta con ver
los informativos de televisión.
El martes ya deberíamos ser más razonables y entender que no
hay nada que hacer de hoy para mañana, que todavía tenemos ahí pegado el
maldito virus, aunque suponemos que nos vacunarán antes de semana santa y
después vendrá la música, el confeti y el cava. Mientras, las dos partes de
siempre, las dos partes sobre las que ya escribí un artículo se encrespan en
todas partes y el eclecticismo no aparece. La postura ecléctica la tendrán que
imponer los ordenadores, la IA (inteligencia artificial) porque la inteligencia
humana de cada día es más débil en lo humanístico y lo empático y más robusta y eficiente en lo
científico. Acercarse un poco a la ciencia da miedo porque en un futuro no muy
lejano la ciencia puede perturbar los pensamientos de las personas. Puede
ocurrir que para que una persona sea médico baste con que le injerten el chip
de médico en el cerebro y listo, no hará falta ir a la universidad. Todo se
robotizará y el libre albedrío se irá evacuando lentamente por los desagües del
poder. El pasado es truculento, irracional y sanguinario y el futuro
posiblemente sea peor. Lo del libre albedrío es un asunto que ha vertido
toneladas de tinta, Spinoza, Schopenhauer y otros filósofos decían que eso no
existe. Así que en lugar de libre albedrío habría que hablar de la parte de
libertad de pensamiento y de actuaciones que tenemos o que creemos tener o que
se nos permite tener. En este aspecto la historia del pensamiento describe tal
volumen de letras que rizan demasiado el rizo llevando las ecuaciones del
pensamiento al caos.