Nayib Bukele |
El Salvador es un pequeño país de Centro América que ha
estado dominado por las maras durante muchos años, principalmente por la Mara
Salvatrucha, una organización de pandillas criminales extremadamente violentas implantadas en
muchos países. Según me he informado, el presidente Bukele decretó Estado de
Excepción por treinta días a raíz de un día negro en el que hubo más de ochenta
asesinatos en el país. En esta situación dramática se reformaron algunas leyes autorizando al ejército y a la
policía a intervenir con las medidas que la nueva legislación les permitía. Capturaron una multitud de pandilleros y los exhibieron en
televisión en ropa interior, rasurados y amontonados ordenadamente como
sardinas en una lata. El presidente ordenó la construcción de una mega cárcel
para cuarenta mil reos y ya está quedando pequeña. Con estos acontecimientos se
manifiestan dos posturas antagónicas: casi el noventa por ciento de los
salvadoreños aplauden a su presidente ya que ahora pueden salir a la calle
hablando con el móvil, pueden ir a comprar sin miedo y pueden pasear por su país
tranquilamente. Antes no podían salir de casa. Después de muchos años en los
que ningún extranjero se atrevía a pisar este país ahora ya reciben turistas. Y
la otra postura es la que manifiestan otros países acusando a Bukele de dictador porque la policía y el ejército realizan redadas de delincuentes, unos delincuentes muy afianzados en su actividad,
tanto que muchos de ellos llevan la cara tatuada con el nombre de la mara a la
que pertenecen. Como siempre, ahí están las dos posturas diferentes respecto al mismo asunto. ¿Quién tiene razón? el presidente que ha puesto orden en el país
para que las personas puedan vivir en paz o los que creen que los derechos
humanos se han ultrajado en El Salvador. Dejo
aquí la cuestión para que si alguien me lee pueda decidir en qué bando está.
Al margen de que se juzgue una situación determinada en El
Salvador donde la vida de muchas personas es corrosiva y angustiosa: roban, trafican y asesinan y
ahora son castigadas, cabría pensar por qué estas personas tienen que acabar
enlatadas en una cárcel, cómo pudieron llegar a esta terrible situación. Y
la respuesta no es difícil de descubrir: en muchos países de América latina hay una parte importante de parejas que no se responsabilizan de sus hijos y así muchos niños quedan tirados
en la calle, luego si uno piensa en esta sobrecogedora e inhumana falta de responsabilidad
puede entender cosas que de alguna manera son ajenas a nuestro entorno. Cabe añadir que en El Salvador hay muchos miembros de las maras que pertenecen a familias unidas y que se pasaron al bando de la delincuencia puede que por la morbosa sensación de sentir el poder de una arma de fuego en la mano con la que podían asesinar impunemente, y también por el poder que proporciona el dinero, aunque sea robado. Si bien la delincuencia no se puede justificar, sí se puede llegar a comprender cómo se siente un niño abandonado por sus padres y qué pensará cuando sea mayor. Aquí no podemos concebir que unos padres abandonen a sus
hijos, en Sudamérica es algo habitual. Qué tristeza.