lunes, 26 de agosto de 2024

CONCURSOS LITERARIOS

 





Hace unos años que el premio de novela Ciudad de Palma “Camilo José Cela” se declaró desierto por la falta de calidad de las obras presentadas, según dijo la prensa.  Al leer la noticia quedé estupefacto: yo acabada de terminar de escribir mi segunda novela “Historia de una blasfemia” y pensé que de mi libro jamás se podría decir algo parecido porque de sus letras saltan chispas que prenden fuego a los   ánimos del lector. Entonces me animé y me vi próximo a obtener este galardón. Pero entonces entró en el ayuntamiento el partido socialista y vi truncadas mis esperanzas debido a que ellos no aceptaban obras escritas en castellano y yo no fui capaz de conseguir que alguien me hiciera la traducción.

 

Bien, pues el pasado año, cuando el Premio ya aceptaba obras escritas en castellano, yo estaba diciendo a mis amigos que mi novela debería salir ganadora de este concurso. Y vaya decepción: ganó un argentino hablando de la vida en Argentina después de las dictaduras. Según parece, porque no he podido conseguir ningún ejemplar, se trata de lo que decía la prensa en Buenos Aires en aquellos tiempos. Así que por lo poco que sé se trata más bien de un relato confeccionado a partir de recortes de prensa. Así que la novela que ha ganado el Ciudad de Palma en Castellano carece de interés para los mallorquines. Este autor muestra falta de creatividad literaria, lo que se puede observar fácilmente leyendo fragmentos del único libro suyo que anda por ahí. Este último ganador no tiene nada en su literatura. Y la novela “Historia de una blasfemia” lo tiene todo. Ningún lector puede quedar indiferente porque las personas se identifican con lo más íntimo de cada personaje. A cualquiera que empiece a leer mi novela le cuesta demasiado abandonarla, el argumento lo atrapa; eso han dicho las personas que han tenido acceso al manuscrito. Estoy tan seguro de estas afirmaciones que puedo deducir sin lugar a dudas que ningún miembro del jurado leyó mi novela, ninguno de ellos. Si la hubieran leído me habrían concedido el premio, embriagados y sobrecogidos por la magia del argumento.

 

Hace años me ilusioné con la idea de ganar el premio Planeta y tenía un motivo para ello: haber leído una parte importante de los que obtuvieron este galardón y haberlos comparado con mi novela “María León” No tenía ninguna duda de que mi novela podría superar claramente a algunos de los que leí, por ejemplo: la penosa obra de Carmen Rigalt, no recuerdo si ganó el premio o quedó finalista. Es evidente que fui ingenuo, los premios se pactan antes de que finalice el plazo de presentación de las obras y no se otorgan a los mejores sino a los que salen por la tele: Carmen Posadas, Sonsoles Ónega, etc, etc. etc. Bien, pues el año que yo presenté mi novela ocurrió que concedieron el premio Planeta al chileno Echenique con una novela a la que, entre otros defectos, le pillaron dieciséis páginas plagiadas. Qué vergüenza para el Planeta, pero, claro, como ellos son propietarios también de los medios de comunicación, el público no tuvo constancia de la deshonra del premio Planeta. Ojalá que no le pase esto al Premio Ciudad de Palma de novela. Pero como no todos los jurados aplican el rigor necesario a sus decisiones, esto le puede pasar a cualquier premio.

 

Y así este año voy a presentar de nuevo mi novela “Historia de una blasfemia” al concurso Ciudad de Palma sin ninguna esperanza y recordando aquello que dijo un padre a su hijo: “No esperes que la vida sea justa”

lunes, 11 de marzo de 2024

EXTRAPOLAR

 




La RAE dice que esta palabra se usa cuando se aplican a un ámbito determinado conclusiones obtenidas en otro. Puesto que toda la sabiduría filosófica de la humanidad no conduce a nada cuando se trata de averiguar quién nos ha creado, quién ha creado el universo, quién ha creado nuestro planeta y otros planetas, quién ha creado las galaxias; no veo más recurso que la extrapolación. Y buscando antecedentes encontramos a un grupo de filósofos alemanos del siglo XIX que se hicieron llamar Naturphilosophen (filósofos de la naturaleza). De ellos recuerdo que querían ver el planeta tierra como un ser vivo. Luego al preguntarnos qué estaban extrapolando vemos que un ser humano, por ejemplo, aloja miles de millones de seres vivos en su interior. He buscado cuántos seres viven en nuestro cuerpo y me encuentro con lo siguiente:

 

"Se ha calculado que un humano tiene cerca de 37 billones (millones de millones) de células corpóreas y por cada una de ellas hay cerca de 1,3 bacterias, es decir, unas 48 billones. Esto sin contar el número de virus, que ronda en unos 60 billones”.

 

A partir de esta premisa yo quiero ir más allá estableciendo la Teoría de la Hormiga. El planeta tierra puede ser un ser vivo si extrapolamos la composición química de un ser humano con la composición química del planeta tierra comparando la cantidad de seres vivos que habitan la tierra con la cantidad de seres vivos que habitan el cuerpo humano. Así habría que preguntarse qué piensa cualquiera de los cerca de cien billones de seres vivos que habitan en nuestro cuerpo respecto a su mundo, a su galaxia: no piensa nada porque su ser no es capaz de comprender nada ni siquiera de plantearse nada en este sentido. Y continuamos preguntándonos qué piensa una hormiga respecto de su mundo, qué piensa de la vida: no piensa nada. Eso es lo que nosotros creemos, pero no es cierto. Los seres vivos piensan de acuerdo a lo que son y podemos deducir claramente que una hormiga no es consciente de la vida ni de la muerte, sencillamente existe. Una bacteria, lo mismo: nace, se reproduce (fisión binaria) y muere sin ser en absoluto consciente, igual que la hormiga, de cuál es su casa ni del planeta en el que vive. Le podemos explicar a una hormiga que nuestro planeta da vueltas sobre sí mismo y también alrededor del Sol, pero ella no se enterará de nada, no será ni siquiera consciente de la existencia de los seres humanos, no los ve ni los escucha. Y ahora, extrapolando, podemos pensar que si alguien  ha creado el universo, por mucho que nos quiera explicar no lo entenderemos, ni siquiera seremos conscientes de que nos están explicando cosas, ni siquiera podemos ver a nadie que nos está explicando algo. Y es que, realmente,   si hay alguien que ha creado el universo está más distante de nosotros que una hormiga respecto de un ser humano. Si continuamos extrapolando sin contaminación religiosa en la cabeza podremos entender algo, no mucho; podremos entender que no somos nada frente al universo y que a su vez somos el universo de una bacteria. La bacteria no puede entender su universo ni los humanos podemos entender el nuestro. A partir de aquí resultaría que la extrapolación más brutal, pero no necesariamente desbaratada, sería pensar que nuestra galaxia puede que sea una simple molécula de algo que no podemos ni imaginar, así que conviene relajarse y olvidar todo eso, no sirve de nada pensar en estas cosas. No hay nadie que juzgue nuestra conducta más que nuestra conciencia y las leyes, las leyes que son la muestra más fehaciente de nuestra evolución y la prueba más corrosiva de nuestras imperfecciones. La estúpida arrogancia de los seres humanos nos ha llevado a pensar que somos importantes respecto al mundo, al universo… que incluso hay un dios que juzgará nuestra conducta al morir.  Los humanos no somos más que simples bacterias microscópicas respecto a nuestro universo, pero cada cual es libre de creer en la estupidez que más le guste.

 

 

martes, 13 de febrero de 2024

UN MUNDO FELIZ

 



Es el título del mundo distópico creado por Aldous Huxley. Un mundo en el que se ha resuelto todo: las enfermedades, el sufrimiento, las preocupaciones, etc. Pero se ha tenido que eliminar la libertad de pensamiento, el pensamiento crítico y la iniciativa privada. Las personas se crean en laboratorios con las características adecuadas para cada función. El sexo es sólo una diversión, así que las mujeres no quedan embarazadas. Se trata de una perspectiva horrible que podría corregir las barbaridades humanas para trasladarnos a un mundo perverso infinitamente peor. Y ese mundo que tenemos ahí ¿acaso no es una barbaridad? Todo es una barbaridad, es una calma tensa que me recuerda el ambiente maravilloso que la buena literatura ha fotografiado, por ejemplo, de Viena o de París en los años posteriores a la primera guerra mundial. Terrazas llenas de gente bien vestida tomando un aperitivo. Teatros con grandes anuncios de sus funciones. Señoras elegantes del brazo de sus maridos paseando por los bulevares. Una preciosa perspectiva: el amor, la familia, los niños jugando. Una chica muy bonita vestida de blanco paseando por El Retiro de Madrid con el chico con el que se va a casar. La segunda guerra mundial reventó los  sueños y ahora, después de tantos años en los que las guerras están muy localizadas, estamos en una calma tensa porque estas guerras se pueden extender fácilmente por las dos partes sobre las que ya escribí, las dos partes irreconciliables, las dos maneras de ver las cosas aferradas a un antagonismo perpetuo más encaminado al enfrentamiento que a la defensa de sus propios ideales. El proselitismo de la docencia no busca una aproximación a lo opuesto sino que persigue el distanciamiento inicuo de las dos partes. A partir de este contexto nace el germen maldito que aplaude las iniciativas del odio, un odio que saca sus alfanjes relucientes y salvajes para cercenar carne humana. Tenemos las dos partes enfrentadas en todos los lados, desde los pequeños círculos de personas que se pelean acaloradamente por sus ideas hasta el mundo entero: Occidente contra Oriente: Rusia contra EEUU, judíos contra musulmanes. Si la docencia en todo el mundo buscara una aproximación de las dos partes podríamos tener una perspectiva de futuro para nuestros descendientes, pero esto no ocurrirá y será la IA la que recogerá los pensamientos de Aldous Huxley para crear un mundo feliz en el que no se permita a los humanos luchar contra sus hermanos por unos ideales estúpidos e inconsistentes. Tal vez Groucho Marx ya nos daba el camino a las soluciones que nunca llegarán. Él dijo: Estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros.  Aquí nos matamos por nuestros principios y después ¿qué? Si hay vida después de la muerte el reconocimiento de nuestra estupidez será el fuego bíblico que quemará nuestras entrañas eternamente.