La
RAE dice que esta palabra se usa cuando se aplican a un ámbito determinado
conclusiones obtenidas en otro. Puesto que toda la sabiduría filosófica de la
humanidad no conduce a nada cuando se trata de averiguar quién nos ha creado,
quién ha creado el universo, quién ha creado nuestro planeta y otros planetas,
quién ha creado las galaxias; no veo más recurso que la extrapolación. Y
buscando antecedentes encontramos a un grupo de filósofos alemanos del siglo
XIX que se hicieron llamar Naturphilosophen (filósofos de la naturaleza). De ellos recuerdo que querían ver el
planeta tierra como un ser vivo. Luego al preguntarnos qué estaban extrapolando
vemos que un ser humano, por ejemplo, aloja miles de millones de seres vivos en
su interior. He buscado cuántos seres viven en nuestro cuerpo y me encuentro
con lo siguiente:
"Se
ha calculado que un humano tiene cerca de 37 billones (millones de millones) de
células corpóreas y por cada una de ellas hay cerca de 1,3 bacterias, es decir,
unas 48 billones. Esto sin contar el número de virus, que ronda en unos
60 billones”.
A
partir de esta premisa yo quiero ir más allá estableciendo la Teoría de la Hormiga. El planeta tierra
puede ser un ser vivo si extrapolamos la composición química de un ser humano
con la composición química del planeta tierra comparando la cantidad de seres vivos que habitan la tierra con la cantidad de seres vivos que habitan el cuerpo humano. Así habría que preguntarse qué
piensa cualquiera de los cerca de cien billones de seres vivos que habitan en nuestro
cuerpo respecto a su mundo, a su galaxia: no piensa nada porque su ser no es capaz de comprender nada ni siquiera de plantearse nada en este sentido. Y continuamos
preguntándonos qué piensa una hormiga respecto de su mundo, qué piensa de la vida: no
piensa nada. Eso es lo que nosotros creemos, pero no es cierto. Los seres vivos
piensan de acuerdo a lo que son y podemos deducir claramente que una hormiga no es consciente de la vida ni de la muerte, sencillamente existe. Una bacteria, lo mismo: nace, se
reproduce (fisión binaria) y muere sin ser en absoluto consciente, igual que la hormiga, de cuál es su
casa ni del planeta en el que vive. Le podemos
explicar a una hormiga que nuestro planeta da vueltas sobre sí mismo y también
alrededor del Sol, pero ella no se enterará de nada, no será ni siquiera
consciente de la existencia de los seres humanos, no los ve ni los escucha. Y ahora, extrapolando,
podemos pensar que si alguien ha creado
el universo, por mucho que nos quiera explicar no lo entenderemos, ni siquiera
seremos conscientes de que nos están explicando cosas, ni siquiera podemos ver
a nadie que nos está explicando algo. Y es que, realmente, si hay alguien que ha
creado el universo está más distante de nosotros que una hormiga respecto de un
ser humano. Si continuamos extrapolando sin contaminación religiosa en la
cabeza podremos entender algo, no mucho; podremos entender que no somos nada
frente al universo y que a su vez somos el universo de una bacteria. La
bacteria no puede entender su universo ni los humanos podemos entender el nuestro. A partir de aquí resultaría que la extrapolación más brutal, pero no necesariamente desbaratada, sería pensar que nuestra galaxia puede que sea una simple molécula de algo que no podemos ni imaginar, así que conviene relajarse y olvidar todo eso, no sirve de nada pensar en estas cosas. No hay nadie que juzgue nuestra conducta más que nuestra conciencia y las
leyes, las leyes que son la muestra más fehaciente de nuestra evolución y la
prueba más corrosiva de nuestras imperfecciones. La estúpida arrogancia de los
seres humanos nos ha llevado a pensar que somos importantes respecto al mundo, al
universo… que incluso hay un dios que juzgará nuestra conducta al morir. Los humanos no somos más que simples
bacterias microscópicas respecto a nuestro universo, pero cada cual es libre de creer en la estupidez que más le guste.