martes, 22 de diciembre de 2009

LAS FIESTAS NAVIDEÑAS


A mí lo que me duele es la hiperestesia que provocan estas fechas, es decir: un elevado índice de sensibilidad hacia lo íntimo. Como si el aire se llenara de minúsculas estrellitas de colores, y que todos debiéramos beberlas para ensanchar las sonrisas y hacer más sinceros los abrazos. Se sensibiliza también el miedo a que en cualquier momento pasemos a formar parte de esa gran cantidad de personas que no están con sus familias, o que no tienen familia. Pierden importancia las inconfesables razones de nuestra intimidad para dar paso a las cosas comunes, a lo que, con hipocresía, mece la cuna de nuestra apariencia. El consumismo agobia a los que no tienen dinero para hacer lo que desean; pues mejor desear otra cosa y olvidarse del dinero. Eso no es más que una especie de termómetro que mide nuestra eficacia ante una sociedad que se ha estructurado sin consultarnos. Por eso puede que convenga hacer un paréntesis cada año desde el día quince de diciembre hasta el día siete de enero, un paréntesis para desaparecer. Para burlarse de todo y pasar a otra dimensión. Así que no os deseo Feliz Navidad, mejor os recomiendo que hagáis lo que podáis para que esa sensibilidad os afecte lo menos posible, y que las sonrisas, el turrón y el confeti sirvan de placebo para borrar cualquier contrariedad.

lunes, 8 de junio de 2009

LEIRE PAJÍN

Leire Pajín
No voy a hacer bromas sobre la musicalidad folklórica de su nombre, y menos aún sobre el inevitable apellido, vocablo que, normalmente, acaba en “a” en lugar de “in”, para referirse a comida de rumiantes (ni por un momento he pensado en breves onanismos). Voy a referirme solamente a la vergüenza que sentí ante su reciente y famosa disertación sideral. Ella anunció la coincidencia de Obama en USA y Zapatero en la UE como un acontecimiento planetario. Sentí escalofrío al ver la necedad intelectual de quien ocupa, creo, el número tres en el organigrama del partido político que nos gobierna. Tal simplicidad infantil no es compatible con estar en las altas esferas del poder político. A la señora Pajín yo le atribuyo una edad intelectual de siete años. Imagino en su mente fantasías y aspiraciones en el sentido de ver vestidos de Batman o de Superman a estos dos políticos volando por los cielos de océano Atlántico, parando con sus propias manos un enorme meteorito que iba a destruir nuestro planeta. Esta señora le ha hecho un flaco favor al presidente, quien mostraría coherencia si la destituyera y la colocara de conserje en las puertas de la sede del partido.