domingo, 28 de marzo de 2010

JAUME MATAS


Para un ciudadano corriente queda algo confusa la capacidad de entender los actos delictivos del ex presidente Matas. Pueden existir dudas respecto a que si, en el fondo, se deben a reminiscencias de la ciega soberbia del pasado, a una prolongada ingenuidad fuera de tiempo y lugar o a una mezcla de ambas cosas. La soberbia del pasado, vigente aún, ha llevado a algunos gobernantes a creerse elegidos por dios. A través de la historia se pueden conocer toda clase de atrocidades, como aquellas que permitían a los nobles romper el candor virginal de toda núbil que se dispusiera a contraer matrimonio. Se permitían suntuosos palacios robando gran parte de los recursos a la gente. Y con el ánimo de acrecentar su vanidad, organizaban actos multitudinarios en los que, vestidos con túnicas brocadas y guirnaldas, recibían la admiración y el respeto del pueblo, que no era más que miedo. La ingenuidad se podría deber a una extraña hegemonía de la codicia sobre la razón. Y, sí, se podría presumir de una mezcla de razones: soberbia y codicia. La ingenuidad también se puede ver en el hecho de actuar con estas dos cuestiones como bandera sin tener en cuenta que existen leyes que no permiten la delincuencia. Casi nadie pensó que Jaume Matas estaba delinquiendo mientras gobernaba. Parecía un buen hombre, y yo creo que lo era y lo es; esas dos cosas se le escaparon de las manos: la soberbia y la codicia. Y es ahí donde se hace ostensible su ingenuidad. Me pregunto cómo se le ocurrió comprar un palacio y dejar que su mujer fuera echando billetes de quinientos euros como quien esparce pétalos por la calle. Un gobernante no puede hacer esa ostentación. Así que una persona licenciada en derecho no significa, necesariamente, que tenga dos dedos de cabeza.

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