lunes, 12 de julio de 2010

LA COPA DEL MUNDO


No es sólo una copa, es el estandarte que puede exhibir quien, por méritos propios, ha demostrado ser el mejor equipo de fútbol del mundo. No se trata de un hecho casual, es el fruto de un intenso trabajo y de una habilidad que ha tardado muchos años en despuntar. El fútbol brasileño y argentino de los años setenta ha perdido su magia porque casi todas sus figuras juegan en Europa, sus jugadores se han europeizado. Y aquí, en el viejo continente, España ayer fue lo que otros fueron antes, pero con una aureola mágica, con un fútbol más inteligente, un fútbol al que los holandeses sólo se podían enfrentar con transgresiones y marrullerías. Ahora les tocaría tomar nota a los que dirigen nuestro país, les tocaría tomar ejemplo de nuestros futbolistas, y de muchas otras figuras deportivas; deberían tomar nota los políticos de que con honradez y trabajo se pueden conseguir objetivos. Pero eso es sólo una aspiración inútil, nuestra victoria ha sido un paréntesis glorioso. Ahora debemos volver a sufrir las consecuencias del despilfarro público, de la demagogia y de la arrogancia del poder. Si hubiera una competición de presidentes de gobierno para ganar la copa del mundo a través de objetivos económicos y de bienestar social, el nuestro no pasaría de octavos.

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