Esta semana ha
habido una noticia que merece un pequeño comentario. Imagino que el abuso de
absenta a veces hace decir y/o escribir cosas que uno debería callar, quizás
por aquello de que sólo dicen la verdad los niños y los borrachos. Y luego no
valen las justificaciones ni los matices. La metedura de pata de Dragó es
tremenda porque se dio a conocer y mostró a una persona cuyos pensamientos se deleitan en las
alcantarillas más pestilentes y ominosas de nuestra especie: la pedofilia. Esto
quedaría así, sin merecer opinión alguna, si la también peculiar señora
Esperanza Aguirre se hubiera callado y le hubiera despedido de Telemadrid. Pero
no ha sido así, la alta dignataria política lo ha justificado poniendo de ejemplo,
nada menos que a García Márquez y a Henry Miller: dos puntales de la literatura
universal, frente a un personajillo de tres al cuarto que tiene fantasías
sexuales con niñas. Y así estamos en nuestro país, viendo a un individuo de
esta calaña por televisión dando opiniones e impartiendo ética con gafas de
intelectual. Las cosas que pasan no hacen más que emponzoñar el ánimo de los
que aspiramos a ser optimistas algún día. Alfred Hitchcock dijo que la
televisión ha hecho mucho por la psiquiatría: no sólo ha difundido su
existencia, sino que ha contribuido a hacerla necesaria.
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