jueves, 6 de enero de 2011

70.013


¡Qué número! Puede que esta anécdota sirva para que disminuyan las supersticiones. Los que han sido agraciados no volverán a temer al número trece. Aunque lo más lógico es que sigan vigentes los disimulados temores cuando aparece un gato negro caminando hacia nosotros, cuando vemos un espejo roto o unas tijeras que se han quedado abiertas. Tampoco van a dejar de echar arroz a los novios. No dejaremos de decir: “Toca madera” ni dejarán de venderse prendas de ropa íntima de color rojo el día señalado; y supongo que los más miedosos continuarán con su pata de conejo colgada del cuello como si se tratara de un crucifijo. Hay quien dice que lo de la pata de conejo viene de varios siglos antes de cristo, que en aquella época ya la utilizaban los Celtas para alejar el mal y para hacer fértiles a las mujeres. La tendencia a señalar factores externos para dar explicación a nuestra suerte o a nuestra desgracia no parece que vaya de disminuir. Es demasiado duro asumir que sólo nosotros somos los responsables de nuestros éxitos y de nuestros fracasos, resulta más cómodo echar la culpa a lo que sea. No obstante, yo tengo una fe ciega en la denominada “Ley de Murphy” por cuanto una tostada siempre cae con la mermelada hacia abajo, y también porque no hay nada que pueda llegar a estar tan mal como para que no pueda empeorar.

1 comentario:

Emejota dijo...

Te quiero, Pedro!!! Eres superriquiño!!!