¡Qué número!
Puede que esta anécdota sirva para que disminuyan las supersticiones. Los que
han sido agraciados no volverán a temer al número trece. Aunque lo más lógico
es que sigan vigentes los disimulados temores cuando aparece un gato negro
caminando hacia nosotros, cuando vemos un espejo roto o unas tijeras que se han
quedado abiertas. Tampoco van a dejar de echar arroz a los novios. No dejaremos
de decir: “Toca madera” ni dejarán de venderse prendas de ropa íntima de color
rojo el día señalado; y supongo que los más miedosos continuarán con su pata de
conejo colgada del cuello como si se tratara de un crucifijo. Hay quien dice
que lo de la pata de conejo viene de varios siglos antes de cristo, que en
aquella época ya la utilizaban los Celtas para alejar el mal y para hacer
fértiles a las mujeres. La tendencia a señalar factores externos para dar
explicación a nuestra suerte o a nuestra desgracia no parece que vaya de
disminuir. Es demasiado duro asumir que sólo nosotros somos los responsables de
nuestros éxitos y de nuestros fracasos, resulta más cómodo echar la culpa a lo
que sea. No obstante, yo tengo una fe ciega en la denominada “Ley de Murphy”
por cuanto una tostada siempre cae con la mermelada hacia abajo, y también
porque no hay nada que pueda llegar a estar tan mal como para que no pueda
empeorar.
1 comentario:
Te quiero, Pedro!!! Eres superriquiño!!!
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