No me
considero cualificado para opinar sobre ello; pero, en lo que me afecta, sí. Yo
me he apuntado cuando he recibido un mail de un amigo que me quiere incorporar
a su lista cibernética. Y de esta manera he pasado a formar parte de los
millones de personas que tienen un perfil público en estos sitios. Incluso ha
servido para reencontrar a viejos amigos. No discuto su utilidad, pero sí
quiero discutir los métodos: he sabido que después de aceptar una invitación,
el mismo sitio, con sus tentáculos invisibles, se ha ocupado de enviar una
solicitud de amistad mía a todas las direcciones mail de mi libreta. ¡Qué
horror!, y ¡qué vergüenza! Yo tengo muchas direcciones de correo de personas que
tienen algo que ver con mi trabajo, nada más. Me da vergüenza haber solicitado
ser amigo suyo, creo que eso sólo se puede pedir a quien ya es amigo, en ningún
caso al notario, al alcalde, o al director del banco. Parece que la agresividad
comercial para ganar números no tiene en cuenta que no todos somos niños. Y
viene al caso decir que si yo hubiera publicado las ensoñaciones de mi
juventud, seguro que hoy estaría más sonrojado aún. Si esto puede servir a los
jóvenes, les recomendaría que se lo piensen dos veces antes de publicar sus
heroicidades. También viene al caso recordar lo que dijo Ralph W. Emerson: Los
años enseñan muchas cosas que los días desconocen.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo, Pedro. Creo que las redes sociales necesitan un manual de uso, sobre todo en cuanto al nivel de privacidad. Has de cerrar toda conexión al acceso a tus archivos. Si no, todo lo que tienes se comparte y te encuentras con sorpresas. No mola. Un saludo.
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