La serie
televisiva que así se titula dibuja con bastante acierto nuestra sociedad de
los años treinta. Los latifundistas, conscientes de que La República no iba a
apoyar sus inmensos privilegios, eran capaces de cualquier cosa; y de ahí vino
su contubernio con los militares. Todo ese conservadurismo era pura hipocresía,
y ganaron y metieron a España en la cárcel durante cuarenta años. El pueblo fue
el culpable de toda esa gran catástrofe, el pueblo fue el culpable porque todos
se colocaron a favor de uno u otro bando, cuando todos debían quedarse callados
en sus casas, militares y civiles; y no habría pasado nada. Era demasiado pedir
en aquellos tiempos. Tal vez el hambre diera más miedo que la muerte. No serían
más de cien los cabecillas militares que, con ideales maniqueos, organizaron
una gran rebelión contra la legitimidad; pero sí eran más de cien los ricos que
temían a no quedar impunes cuando ordenasen un asesinato. Pasan los años… y no
tenemos memoria: nuestro ayuntamiento quita los nombres de intrascendentes
soldados de las calles mientras una de las avenidas más importantes de nuestra
ciudad mantiene con honor el nombre de quien fue, posiblemente, el mayor
financiero del golpe de estado de 1936; el que más contribuyó con su dinero a
nuestros cuarenta años de esclavitud y de pobreza.