Se dice por
ahí que se trata de la mejor película de Woody Allen. Lo dijeron en un
telediario, una manera muy eficaz de incitar al público para que vaya al cine.
No sé si sería por la presencia de Carla Bruni, y la influencia que esta
peculiar primera dama de Francia pueda tener por ahí. Lo cierto es que la
película me gustó y no encontré ninguna sorpresa: lo de jugar con el tiempo es
algo ya bastante manoseado, la literatura le da más o menos coherencia, yo lo
intenté en mi novela María León, haciendo uso de la palingenesia para
justificar la presencia del protagonista en distintas épocas históricas. Woody
Allen nos lleva a los años veinte por arte de magia, y allí nos encontramos con
la bravuconería de Heminway buscando pelea. Vimos "al pianista"
Adrien Brody interpretando a Dalí, que hablaba incesantemente de rinocerontes.
Toulouse Lautrec muy modosito y bien peinado, como si nunca hubiera sido un
desaforado concupiscente. En otras visitas al pasado aparecen Gauguin y Monet,
incluso, posiblemente, Luis XVI y María Antonieta ordenando la decapitación del
detective del siglo XXI que se coló en sus aposentos de Versalles. La
alborotada Josephine Baker parece estar también ahí, y muchos otros genios que
fueron coetáneos.
1 comentario:
Pedro, sigue escribiendo. Un beso.
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