Cuando
yo era niño, recuerdo haber escuchado en más de una ocasión que una persona
había fallecido de “una mala cosa”. Todavía tenemos a ese demonio sin
desenmascarar, y ya empezamos a conocerlo de cerca. Pocas son las personas que
no hayan conocido a alguien muerto por cáncer. Así que resultó esperanzadora la
noticia de ayer: un médico valenciano explicó que modificando la genética de un
virus consiguen que éste detenga la metástasis e incluso que vaya disminuyendo
el tumor maligno. El doctor dijo que en unos meses comenzarán a aplicar este
tratamiento porque está dando resultados positivos. A ver si será verdad esta
vez. A ver si se acabará con esa plaga maligna que sitúa a tantas personas en
el infierno de saber que les quedan unos meses. ¿Cómo se puede vivir así? Una
persona no debe saber nunca cuándo va a morir. Excepto Nostradamus, claro; él
predijo el día de su muerte, y por eso hay quien dice que se suicidó. Los
creyentes adoptan posturas indulgentes con dios, y le perdonan su crueldad.
Muchos no creyentes perdieron su fe al tomar conciencia de tantas iniquidades:
ningún ser bondadoso puede cometer estas salvajadas contra seres que no se
pueden defender. Los no creyentes sabemos que a esta enfermedad sólo la curará
la ciencia, y mantenemos la esperanza de que pronto dejará de asesinar.