Hace
años una noticia casi me hizo gritar de horror. Una madre, dando marcha atrás
en su coche, aplastó a su hija de ocho años en el garaje de su casa, la mató.
Entonces escribí que si hubiera existido el dios que nos han dicho que existe,
benevolente y todopoderoso, lo habría evitado. Estas cosas no deberían ocurrir.
Pero lo de estos días, sospechado por todos, eso ya da una evidencia de errores
demasiado monumentales en nuestra “creación”, debería ser muy retorcido un dios
capaz de crear monstruos como este padre, condenado por matar a sus hijos Ruth
y José. No nos engañemos: no nos ha creado ningún dios, somos fruto de la casualidad.
Según los físicos, en la explosión de la que surgió nuestro universo la
diferencia entre la materia y la antimateria es mínima, y por esa mínima
diferencia, casual, existimos. En todo caso, no afirmo nada porque, según
parece, la realidad que hay ante nuestros ojos no es necesariamente real, es
una perspectiva, y cada cual tiene la suya. Pensemos en la realidad de este
asesino, no es la nuestra; es una realidad de psicópata asesino. Hay otras
realidades de asesinos de sus esposas, unas sesenta al año. Hay muchas
realidades. Ahora hemos logrado una sociedad que se sostiene sobre un hilo
tenso, pero se sostiene al fin y al cabo porque la mayoría de realidades
aspiran a amar a su pareja y a sus hijos y a vivir en paz.
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