Este título
podría ser el de una rondaia con las aventuras de gente buena y sus anécdotas,
aunque hubiera demonios y gigantes; pero no es así. Se trata del título de un
artículo de prensa que habla de tres curas y un seglar investigados por delitos
de pederastia. Un asunto que ocupa muchos titulares en todos los medios de
comunicación. Estos delitos causan daños difíciles de reparar en las víctimas y
un corrosivo estupor a los que leemos las noticias. Se trata de un problema muy
antiguo: el emperador Tiberio llamaba pececitos a sus víctimas y mandaba
tirarlos por un acantilado de la isla de Capri cuando quería renovar la
compañía. Y ya en la edad media atribuían esta maldad a los íncubos y a los
súcubos. Parece que no hay solución para tal iniquidad, ni siquiera la
castración (química o quirúrgica) parece dar resultado, así que los eunucos
tampoco serían de fiar. Ante esta situación, y dado que muchos de los casos
actuales se atribuyen a los clérigos, uno se pregunta si los votos de castidad
sirven para algo, si el celibato no es un cruel anacronismo que daña el cerebro
a algunos de los que, seriamente, han hecho votos para vivir en contra su
propia naturaleza, pero uno se pregunta tantas cosas…
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