Se trata de un
concepto sobre el que se han posicionado muchos filósofos. Darwin decía que
podía cambiar con el tiempo, Rouseau que era maleable; Hegel, Nietszche y
Sartre, entre otros, lo pusieron en entredicho; y la psicología moderna no se
define. Y nosotros, la gente de la calle, ¿qué tenemos que pensar? Pues yo creo
que empezamos a pensar que la naturaleza humana, entre otras cosas, tiene una
mancha que no varía con el tiempo, que no es maleable y que se hace ostensible
cada día en televisiones y periódicos: la corrupción. No podemos complacernos
apuntando nuestras miradas inquisidoras hacia los políticos porque somos
nosotros quienes los hemos elegido para que nos representen, y ahí sí que
tendrían razón algunos filósofos sobre la maleabilidad del término. El
empirista David Hume gastó toneladas de tinta escribiendo tratados sobre la
naturaleza humana, creo que fueron tres tomos de unas mil páginas cada uno. Lo
desmenuzó todo, buscando las partículas más pequeñas de la conducta. Uno puede
entretenerse y reflexionar con estos tratados, pero al final la sabiduría
popular siempre es más sabia (a pesar del comentario de Einstein), esa
sabiduría popular creo que le diría a Hume:
—No le des tantas vueltas: la cabra tira al
monte.
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