Se
puede bromear sobre su estupidez y analizar las caricaturescas
maneras de actuar de los tres personajes reales que provocaron la
destrucción de Europa en 1914, pero más que eso dan ganas de
llorar. Francisco José, gran rey del imperio Autrohúngaro había
reinado sobre estos vastos teritorios durante unos sesenta años
manteniendo, de cara al exterior, la romántica imagen de su romance
y boda con la bella y malograda Sissí. El mundo estaba cambiando y
Francisco José, rodeado de arrogantes generales, no se enteraba de
nada. El proletariado comenzaba a secarse las babas ante las imágenes
de la realeza y a pedir un poco más de comida, y el emperador no
entendía nada de eso. A principios del siglo XX Europa ya llevaba
casi cincuenta años de paz, las terrazas de París se llenaban de
gente bien vestida y las calles de Viena abrían teatros, bibliotecas
y cafés. Francisco José había envejecido y tras la misteriosa
muerte de su hijo Rodolfo, nombró sucesor a su sobrino Francisco
Fernando.
En
1908 el Imperio Austrohúngaro se anexionó Bosnia, lo que provocó
un inmenso rencor en Serbia, país que aspiraba a ser La Gran Serbia.
Y así se planificó el asesinato del heredero al trono del imperio
Austrohúngaro: Francisco Fernando. El heredero y su esposa visitaron
Sarajevo, capital de Bosnia, y allí sufrieron un atentado del que
salieron ilesos, luego, en lugar de protegerse, los muy listos se
fueron al ayuntamiento a protestar y fue allí donde les esperaba el
radical bosnio Gavrilo Princip con una pistola proporcionada por los
serbios, los asesinó. Este asesinato fue la ignición de todo el
desastre mundial. Francisco Fernando tenía intención de cambiar las
estructuras políticas del imperio. En sus intervenciones como
heredero mostraba intenciones de mantener una política exterior
pacífica, y fue él quien evitó la participación del Imperio en
las guerras de los Balcanes de 1912 y 1913. Tal era la diferencia de
criterios entre el viejo emperador y su heredero, que cuando el
primero se enteró, en una cacería, del asesinato de su sobrino,
dijo que la providencia había resuelto lo que él no había podido
resolver. Ni siquiera asistió a su entierro.
El
Imperio notificó a Serbia su deseo de entrar en el país para
investigar el asesinato del heredero, Serbia se negó y el Imperio le
declaró la guerra. Y aquí tenemos el inicio de toda la brutalidad
que costó unos diez millones de muertos y veinte millones de heridos
y lisiados. Serbia era un país pequeño protegido por acuerdos
militares con Rusia. El Imperio bombardeó Belgrado y Rusia envió
las tropas a su frontera.
El
Káiser Guillermo II estaba histérico viendo que Inglaterra y
Francia poseían más colonias que él, y, además, sabía de la
existencia de tratados militares con Rusia, mientras él sólo se
llevaba bien con el Imperio. Viendo las tropas rusas tan cerca exigió
a su primo el Zar Nicolás II que se retirara de sus fronteras, el
Zar no le hizo caso y Guillermo II declaró la guerra a todos los
aliados. El presidente de Francia, Poincaré, había visitado Rusia
muy recientemente y le había dicho al Zar que ese lío de los
Balcanes se tenía que quedar en Serbia porque de lo contrario, con
todos los acuerdos militares (Francia era también aliada de
Inglaterra y Rusia), eso podría acabar con Europa. Así que el
viejo emperador Francisco José, el Zar y su primo el Káiser fueron
los tres nefastos y podridos cerebros que provocaron la destrucción
de Europa.
El
general alemán Ludendorff, muy hábil, facilitó el regreso a Rusia
de Lenin, revolucionario ruso exiliado en Suiza, a efectos de
montarles un tremendo lío que los hiciera retirar de la guerra, y lo
consiguió; aunque después del derrocamiento del Zar, el presidente
ruso Kerensky quiso mantener los acuerdos militares y continuó con
la guerra contra Alemania hasta que Lenin lo derrocó. Luego Lenin
obtuvo la paz con Alemania transiguiendo en todo. Alemania ya pudo
enviar a todos sus ejércitos a los frentes occidentales. Lanzó sus
submarinos al mar a la caza de buques de suministros y hundieron al
trasatlántico británico Lusitania y a muchos buques estadounidenses
que llevaban provisiones y armas a Inglaterra. Y así tenemos a dos
primos en guerra y al tercero ya derrocado: Jorge V, Guillermo II y
Nicolás II. Los bolcheviques no tardaron en asesinar al Zar y a toda
su familia
Las
trincheras europeas de la primera guerra mundial son uno de los
espectáculos más abominables de la historia humana, sangre y
pedazos de cadáver devorados por ratas y perros por todas partes. En
pueblos y ciudades los alemanes violaban a las mujeres francesas, les
cortaban los senos y también cortaban las manos a los niños. No sé
si es cierto, pero sí sé que está escrito por ahí.
Los
aliados, incluso Estados Unidos, en Europa y en territorios de África
y Asia, desmembraron el imperio Austrohúngaro y derrotaron a
Alemania, a quien impusieron unas condiciones que el país no
toleraba y lo llenaba de rabia, esa rabia germinó un odio que, unos
diez años después, Adolf Hitler comenzó a sacar provecho para
acabar llevando a los alemanes a destruir Europa por segunda vez y a
quedar de nuevo humillados. No habrá una tercera vez, a Alemania le
costó aprender a comportarse, pero por fin lo consiguió.