miércoles, 30 de diciembre de 2020

JUEVES







Por fin ya vemos algo de luz, mañana será viernes y en lugar de ir de cena y de copas nos tendremos que quedar en casa por el maldito virus. Pero sí, es cierto, mañana será viernes. El mejor día de la semana porque por la tarde ya no trabajamos y tenemos dos días de vacaciones por delante. Pero da igual, no nos hagamos ilusiones, hoy solamente es jueves.

Un buen día para preguntarse qué culpa tiene la Biblia de la desdicha humana. Si empezamos por el Génesis, el inicio de todo, primer libro de la Torá o Pentateuco y, por tanto, también es el primer libro del Tanaj judío y del Antiguo Testamento de la Biblia cristiana. Si buscamos un poco el origen de los orígenes nos encontraremos con los cuentos de las abuelas. El Génesis procede de una tradición oral del segundo milenio a de c. La gente no sabía escribir y se inventaba historias cuánto más truculentas más interesantes. Si las religiones, siempre interesadas en dominar a las masas, hubieran asumido los escritos bíblicos igual como los escritos mitológicos, tal vez estos cuatro últimos milenios los humanos habrían vivido con menos guerras, menos hambrunas y menos desdichas. Y la ciencia habría podido nacer muchos siglos antes. Se podrían haber evitado estas espadas atravesando los estómagos del enemigo, se podrían haber evitado muchas muertes por inanición de niños con padres asesinados. Qué diferencia hay entre los doce dioses del monte Olimpo y el dios de la iglesia católica: ninguna, ningún dios existe. Los dioses sólo intervenían cuando las cámaras fotográficas y las grabadoras no se habían inventado. Y así cualquiera podía atribuir actos y palabras a los dioses. Por eso me resulta increíble que la ingenuidad de la gente se pueda contar por miles de millones.  Qué vacío tiene la gente para tener fe en estas patrañas, no lo entiendo. Lo que sí entiendo es que sólo se puede avanzar en el pensamiento cuestionando lo establecido, si aceptamos lo que nos dicen continuamos dentro de los pensamientos tradicionales. Si alguien no se hubiera preguntado por qué no podemos construir un avión y volar, nunca se habrían fabricado aviones. Y entonces por qué no se pregunta la gente el motivo por el cual siguen en vigor unas creencias caducadas, unas fábulas de la antigüedad que hoy en día resultan mustias incluso como cuentos para los niños. Es patético escuchar a un cura diciendo misa, si escucháramos con atención nos parecería que nos están tomando por imbéciles, pero no, da igual lo que diga el cura, no nos lo vamos a cuestionar, es la palabra del Señor. y así, escuchando la palabra del Señor, un cura, en un funeral al que asistí, canturreando con esa voz afeminada de algunos dijo: nadie tiene derecho a vivir si no es en el camino del Señor. Tuve que contener las ganas de gritar en la iglesia y decirle a este depravado sacerdote a ver si nos estaba amenazando de muerte como hacían antes. Estas palabras del sacerdote nunca se me olvidarán, lo escuché tal cual lo digo, no me lo podía creer.  

La herencia de lo que sabemos de la antigüedad también está adulterada y por eso deberíamos cuestionarla. La quema de la biblioteca de Alejandría sesgó la posibilidad de conocer cosas que nunca sabremos, cosas que podrían haber cambiado los textos de la historia de la humanidad y probablemente habrían abolido el inicio de las religiones o las habrían matado antes de que nacieran. Y después están los apócrifos. Con este asunto ocurría que por la noche se dejaban los libros en largas mesas y en posición vertical, luego por la mañana todos los libros que aparecían tumbados eran los apócrifos, los había tumbado dios sigilosamente, por eso estos libros debían ser condenados y apartados de la Biblia.  Sólo trascienden las amenazas divinas contra los débiles humanos, no sólo son amenazas de muerte. Hay mucha más crueldad en la Biblia, dios no nos matará sino que nos mantendrá vivos para que podamos sentir el fuego en nuestra carne eternamente, ni siquiera tendremos la posibilidad de suicidarnos, no, el sufrimiento y la tortura serán eternos. Lo demostró la santa inquisición como preparativo para la eternidad de los apóstatas, los quemaba vivos en la hoguera y su muerte no era tal, se trataba de un preparativo para entrar otro fuego consciente y eterno. No quisiera que mis artículos se convirtieran en una tautología  contra las religiones, pero uno recuerda cómo nos gritaban los curas amenazando con el fuego eterno en nuestras entrañas, éramos niños y nos hablaban así los curas. Tal vez estas amenazas se queden alojadas en la memoria y no sea tan sencillo olvidarlas. Cuando iba a cumplir veinte años ya comencé a cuestionar lo que me habían enseñado y a perder el miedo a dios porque un día en la iglesia de Campanet, de rodillas, supliqué a dios que me demostrara que existe, yo le decía: mueve algo, haz un guiño con una nube, algo que me demuestre que yo pueda seguir creyendo en ti. Nada, nada de nada. Pensé en lo insignificante de mi persona ante dios, pero luego decidí que si me iba a juzgar al morir para decidir mi destino sí era yo importante y debía escucharme. Nadie me escuchó y dejé de pensar en todo ese engaño durante muchos años. Luego, pasado el tiempo, vuelve a mis pensamientos aquella patética educación, aquellas amenazas, aquellos gritos, y encima el cara al sol de la dictadura. Con este panorama me sorprende que no hayamos crecido con serias anomalías mentales. Menos mal que nuestros hijos ya no han sido víctimas del fanatismo eclesiástico/militar. 

El anagrama-logotipo de la iglesia católica es un crucifijo, lo exhibían los asesinos de la santa inquisición y sigue ahí, en iglesias, cementerios y como estandartes de los confalonieros de Semana Santa, sigue la cruz enhiesta exigiendo genuflexiones a quienes piden gracias que no se les concederán. No tuvo tanto éxito el anagrama-logotipo del nacionalsocialismo de Hitler, el esplendor de su esvástica murió con él. 

Hoy, jueves, yo le digo al papa Francisco y a todos sus acólitos que ya deberían dejar de actuar como si fuera cierto lo que representan, todos, incluso ellos mismos, saben muy bien que dios no existe; pero esa farsa les mantiene con una vida de gran lujo en sus palacios, así que ¿por qué van a reconocer que lo suyo es una farsa? No lo van a hacer nunca. Ni siquiera cuando ya nadie vaya a sus misas ni les entreguen sus propiedades los que van a morir sin herederos, ni siquiera entonces van a cerrar su negocio porque son muy ricos, podrían erradicar toda la pobreza del mundo con su dinero. Así que por eso insisto: papa Francisco y acólitos: déjense de tanta hipocresía y vendan sus palacios y repartan su inmensa riqueza entre aquellos que ven a sus hijos crecer en el hambre. 

 

 

 

 



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