Voy a tratar de escribir sobre lo que
considero un mal endémico de gran arraigo. Al preguntarme por qué muchos niños
en todo el mundo tienen más afán por buscar defectos en sus congéneres para
burlarse que deseos de encontrar la amistad y el compañerismo, debo concluir
que no lo sé, pero creo que los niños se contagian de lo que escuchan en sus
casas y en sus colegios y por tanto podría tratarse de una especie de virus
contagioso con origen epígono. No sé cuál pude ser el porcentaje del arraigo,
creo que cambia según el municipio, la provincia, el país... Puedo afirmar esto
debido a que yo nunca pertenecí al grupo de personas que se burlan de los
demás, más bien yo formaba parte de los débiles que sufrían las burlas ridículas
de los más pretenciosos que al final han resultado ser los menos listos. Por
qué nunca tuve amigos en mi pueblo, pues por eso. Sólo comencé a tener amigos
cuando salí del pueblo, a los dieciocho años, cuando me presenté para el
servicio militar. Fue entonces cuando me di cuenta de que yo era una persona
normal, aunque persistían mis dudas porque ninguna de las chicas que me
gustaron en aquella época mostró el más mínimo interés por mí, así que nunca
tuve novia hasta que conocí a una preciosa chica castellana y me casé con ella
a los dos meses de haberla conocido, yo tenía veintitrés años. Nunca hablamos
el mallorquín en casa, no lo enseñé a mis hijos. Mi juventud en el pueblo y con
el idioma de mis padres me parecía una época hostil y continúo pensando lo
mismo: hasta que salí del pueblo no salió a flote mi dignidad. Pasados los
años, mis mejores amigos siempre han sido castellano parlantes con orígenes de
fuera de la isla. Me pregunto si yo nací en lugar equivocado porque ni siquiera
sé escribir en mi idioma materno y no me reconozco cuando me traducen. He
trabajado unos siete años fuera de la isla, en Valencia y en Madrid y sí me
sentí allí como si fuera mi tierra, el nivel de compañerismo y de empatía que
encontré allí fue mucho mayor del que hay en Mallorca. Se puede hallar una
explicación: desde la antigüedad los isleños siempre vivieron con el miedo a
los conquistadores que venían a apoderarse de las islas Gimnesias y pitiusas,
hordas que avasallaban a los aborígenes, les quitaban sus propiedades, violaban
a sus mujeres y después mataban a todos, incluso a los niños. Y así podemos
sospechar del origen de los grandes terratenientes que quedan en las islas. La
gran riqueza muchas veces procede de la delincuencia del pasado (ahora ya sólo
se hacen ricos los genios y merecen un fuerte aplauso: Bill Gates, Elon Musck,
Jeff Bezos, el mallorquín Gabriel Escarrer, etc) Por ejemplo, la Banca March
tiene un origen delictivo, pero ahora, menos mal, ya han quitado el nombre del
pirata multimillonario de una de las grandes avenidas de Palma, como si alguien
con autoridad en el ayuntamiento hubiera leído mis comentarios al respecto)
algo de cordura se ve en este cambio. Y así el carácter mallorquín es arisco,
desconfiado y cerrado en sus conversaciones o en su capacidad para abrir las
puertas de su casa a un vecino para tomar café. No me siento identificado en
general con la tierra donde nací ni con su gente ni con ninguna tendencia
política porque no existen posturas eclécticas. Me encanta que vengan amigos a
tomar café a mi casa, pero aquí no es como en Madrid ni como en Valencia, aquí
no hay amigos para venir a tomar café a mi casa. Las casas son como criptas de
intimidades misteriosas, sin música ni baile. Ahora que habéis pasado
de los sesenta años ¿dónde está vuestra arrogancia? ¿Dónde está la chulería que
os llevaba a burlaros de los más bajitos o de los que tenían algún defecto? La
vida os ha acobardado ¿verdad? Os habéis quedado resignados y esclavos en el
redil de vuestra propia estupidez. Lo más elemental, simple y modesto de la existencia es mucho más grande y complejo que la
capacidad que tenéis para entenderlo.
domingo, 16 de enero de 2022
ESTIGMAS DE UNA LEVE MALDAD CONGÉNITA
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