domingo, 30 de diciembre de 2012

CRISTINA FERNÁNDEZ





Nunca había escuchado un pleonasmo tan estúpido como el que soltó ayer en televisión la presidenta de la república Argentina. Dijo: “… Es que yo soy la Jefa de Estado”. Como si no lo supiera todo el mundo. En aquel cono que acaba en la tierra de fuego, al que un dibujante de periódico colocó una bota con tacón alto y puntiagudo cuando los dos países que acaban allí estaban gobernados por mujeres, hay cierta tendencia a usar vocablos floridos y vistosos. Mi peluquero, que es argentino, en sus tarjetas pone: “Peluquero Internacional”. Ante un trozo de hierro, al que aquí todos llamamos hierro, un argentino me puntualizó que eso era “hierro estructural”. Al margen de esas anécdotas yo me apunto a la magia de Messi con sus goles, al verano que sentí en mi piel en Buenos Aires un mes de enero hablando de fútbol con un taxista y a la prosa chispeante de Borges. Y del otro lado del inmenso Río de la Plata, de Uruguay, me quedo con el recuerdo de la dulzura de Benedeti y de Juan Zorrilla de San Martín, que bautizó el río Uruguay con el nombre de “El río de los pájaros pintados”. Prefiero esos recuerdos, y olvidar que todavía quedan seres superiores, como la rutilante presidenta Cristina Fernández de Kirchner quien se hace llamar CFK por aquello de la similitud con el mítico y ejemplar JFK, sin tener en cuenta que para nosotros eso de CFK nos suena más a insecticida o a algo así.



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