Geroge Bernard Shaw |
La
política es el paraíso de los charlatanes, dijo George
Bernard Shaw. Y añadió que la democracia es el proceso que garantiza que no
seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos. Partiendo de que el Nobel
irlandés estaba en lo cierto, podríamos deducir que dedicamos demasiado tiempo
a hablar y a escribir sobre política y sobre políticos. Los actos y la
palabrería de este colectivo empobrecen los pensamientos de la gente porque es
bien sabido que las confrontaciones generan interés, y eso es lo que nos
enseñan con su conducta: a mantener vivos los enfrentamientos con los que
piensan distinto. Y así su ejemplo no nos motiva para que rebajemos nuestros
índices de mediocridad y de ofuscación, no nos motiva para erradicar de una vez
los restos de esa intensa pobreza intelectual que llevaba a nuestros
antepasados a sus guerras perpetuas, no nos motiva para que las peleas
familiares de la telebasura pierdan audiencia en los medios. Los políticos
practican un maniqueísmo cuyo ejemplo sólo conduce a la miseria empática.
Ellos, generalizando, no desean someterse a un código deontológico que perfile
su ética porque sus intenciones van por otros caminos y porque, además,
precisan grandes cantidades de alimento para su vanidad.
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