jueves, 12 de marzo de 2020

ENSAYO SOBRE LA DECADENCIA






Titularé ENSAYO a este escrito porque no voy a acogerme al rigor histórico de los acontecimientos.

Todo acaba derrumbándose. Algunos dicen que el Imperio Romano cayó por el socialismo y no entiendo muy afortunada esta afirmación ya que efectivamente cayó por el estado de bienestar, pero era a costa del sufrimiento de otros. En Roma la abundancia era abrumadora y la vida estaba basada en el epicureísmo dionisíaco. El poder romano subyugaba a las poblaciones de casi toda Europa y del Norte del África. Esta manera de vivir acaba con los que la practican, el alcohol y el sexo están bien pero con su justa medida. Prefiero no hablar de Sodoma y Gomorra no vaya a ser que me llegue algún castigo divino. Imagino que cuando una civilización castiga a su parte más débil acaba cayendo y todo resurge de nuevo de otra manera más o menos perversa. No estamos en tiempos de dictaduras, quedan pocas y son demasiadas; aunque hay quien dice que en China, por ejemplo, no pueden tener una democracia porque la población no está preparada y unas elecciones libres podrían ocasionar un desastre. El avance de China estos últimos años ha sido coherente, se ha convertido en la fábrica del mundo, en una potencia económica. Y así como la práctica transgresora del comunismo siempre ha asfixiado a la personas (Venezuela y Cuba, por ejemplo) en China hay una inmensa clase media emergente que sale de vacaciones y muestra un alto nivel de vida; nunca veremos gente así que pertenezca a una país comunista, así que China no es comunista, allí hay un capitalismo controlado por un solo partido político que tiene todo el poder y va avanzando hacia un futuro más coherente después de una historia truculenta. Mao (Comunista) fue uno de los mayores asesinos de la historia de la humanidad. Y si vamos a otro gran país: Rusia, nos encontramos que ahí también estuvo otro de los mayores asesinos de la historia de la humanidad: Stalin (Comunista). De alguna manera la revolución rusa tiene una explicación: los zares se creían dioses y se lo creían de verdad. Cuando una multitud hambrienta se amontonaba frente al palacio del zar, éste mandó disparar, así que su fin y el de su familia, de alguna manera, tiene una explicación. El pueblo ruso no tenía que aguantar esa soberbia asesina. Los primos europeos del zar Nicolás II no destacaron por su brillantez intelectual, pero no fueron tan subnormales. Ahora en Rusia las características del poder son complicadas, es el país que no deja que EEUU se pavonee demasiado, la otra cara de los poderes. Rusia es un país mejor fotografiado por la literatura de Fiodor Dostoievski que por León Tolstoi. Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov muestran una Rusia negra, real, cruda y poco hospitalaria, en cambio Leon Tolstoi en su novela Guerra y Paz nos muestra a un país complicado por la invasión napoleónica pero con personas entrañables; yo recuerdo la película con la abrumadora belleza de Audrey Hepburn quien fue elegida la mujer más bella de la historia de la humanidad. La Alemania de la primera mitad del siglo XX fue una barbaridad, un rencor por la derrota en la primera guerra mundial convirtió a la gente de este país en personas endemoniadas por la rabia, pero ahí también habría que ver la otra cara del asunto: los países victoriosos en la primera guerra mundial castigaron demasiado a Alemania, la asfixiaron económicamente y de ahí nació una rabia inmensa que acabó destrozando a toda Europa. Si no hubiera sido por la intervención de Estados Unidos y la Unión Soviética, Europa había acabado sometida a una dictadura atroz. La propia soberbia del demonio Hitler acabó con él. Si no hubiera invadido la Unión Soviética en 1941 tal vez Hitler no habría sido derrotado. Es paradógico que a Napoleón Bonaparte le sucediera lo mismo en 1812, su soberbia acabó derrotándolo en las inmensas estepas rusas cubiertas de nieve.  Sólo son 129 años de diferencia y Hitler se creyó superior a Napoleón y pensó que podría derrotar a Rusia, no entendió que Rusia es muy grande y que las nevadas son inmensas y que los invasores mueren de frío y de hambre o mueren por los disparos de los rusos camuflados en la nieve. En la nieve los rusos eran invencibles, ellos estaban acostumbrados al frío y todos, vestidos de blanco y bien armados, fueron a cazar nazis. La brutal derrota alemana también en la segunda guerra mundial parece que enseñó a los alemanes a comportarse y oficialmente lo hacen, pero siguen pensando que son una raza superior. Su civilización se basaba en la soberbia y cayó, igual que cayeron todas las civilizaciones basadas en el sometimiento de los pueblos. Pero hay dinastías que no han caído a pesar de sus atrocidades, son las que han sabido mimetizarse dentro de una modernidad que ya no les permite las salvajadas de antaño. Por ejemplo el rey Leopoldo II de Bélgica tomó El Congo como un coto privado de caza para saquear sus recursos: diamantes, oro, etc. obligando a los pobres nativos a trabajar esclavizados, también se divertía matando negros en la selva y divertía a la población exhibiendo seres humanos negros en los circos europeos como si fueran animales. Bertrand Russel dijo que Leopoldo II había matado a unos ocho millones de nativos de El Congo. Y ahí siguen sus descendientes nutriéndose de ese anacronismo de las monarquías. La decadencia no ha afectado mucho a estas instituciones también por el embobamiento de la gente que los adora, la gente hace interminables colas y horas de pie para verlos como si fueran dioses. También se mantienen porque han cambiado, como decía antes, ahora ya no matan a la gente ni violan a las núbiles.

Hay muchas decadencias: la burguesía mallorquina, para poder comer, acabó vendiendo sus palacios y sus tierras al gran pirata Juan March. Esa burguesía también estaba acostumbrada a una vida lujosa basada en la tenencia de tierras, unas tierras trabajadas por las gentes pobres por un mísero sueldo que servía apenas para comer. Esa burguesía acabó por los suelos y los herederos se tuvieron que poner a trabajar. Considero que los títulos nobiliarios son una vergüenza anacrónica. Qué es eso de que uno sea conde, marqués, duque, etc. Todos somos seres humanos y nadie tiene la sangre azul ni defeca cosa perfumada. Y muchos ricos lo son por haber subyugado a otros o por haber llevado una vida mísera y atenazada por la avaricia, ellos o sus antepasados. Y ahora a estas alturas de nuestro nuevo siglo tenemos muchas calles de todas las poblaciones con nombres de marqueses, condes, obispos, papas y de toda esa chusma que torturó y masacró a los más débiles. Si somos un país que ha evolucionado con una constitución moderna que obliga a respetarse ¿por qué no empezamos por eliminar las genuflexiones a los tiranos de nuestra vieja historia y también de nuestra historia contemporánea? Vaya mi respeto y admiración por esos ricos que lo son por su brillantez intelectual y/o artística y no por peculios antiguos y manchados de amenazas y de sangre. 

Y ahora paso a nuestra propia decadencia, la actual, de la nueva civilización Occidental. Creo que fue Bin Laden quien afirmó que El Islam se apoderaría de nuevo de España y después del resto de Europa a través del vientre de sus mujeres. Sí, parece que tenía razón, eso está ocurriendo a un ritmo más rápido de lo que hasta ahora hemos pensado. Todas las calles de nuestros pueblos están llenas de señoras musulmanas con sus vestidos de monja llevando una multitud de niños, unos que ya caminan y otros en sus cochecitos; los más crecidos ya no van con sus madres, éstos ya están con sus amigos por las calles y son bilingües: catalán y árabe. He escuchado que se pueden tener muchos hijos porque no cuestan nada, ellos lo ven así. Nosotros lo vemos de otra manera. Nuestra civilización ya es decadente igual que la del Imperio Romano en sus últimos lustros por culpa del estado de bienestar. Queremos tener dinero para que nuestros hijos puedan ir a la universidad y puedan tener coche. Las generaciones anteriores sí podíamos, pero las de ahora no pueden y por eso casi ya no se casan y apenas tienen hijos. Una mujer con tres o cuatro hijos pierde su oportunidad profesional por tener que dedicar tiempo a criar a sus hijos, antes sí lo hacían, ahora no. Necesitan perseguir una estabilidad profesional que escasea y buscan la estabilidad familiar que también escasea. Una mujer ya no quiere depender de su marido para costear su vida, el hombre y la mujer quieren tener libertad para deshacerse de su pareja al descubrir cualquier desliz o al tener una perspectiva más apetitosa o también puede resultar atractivo el hecho de estar libre de ataduras para vivir en la arraigada promiscuidad actual. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, es musulmán; la ocupación de cargos importantes por personas musulmanas va a proliferar en toda Europa a pasos agigantados. En las siguientes generaciones el Islam se irá apoderando paulatinamente de los centros de poder y nuestra civilización desaprecerá antes de cien años. 

El gran poder económico lo domina todo y actualmente se ha hecho ostensible el hecho de que no hay reparto de riqueza porque han arruinado al pequeño empresario. El negocio de lo básico: vestir y comer lo han acaparado de tal manera que nadie puede poner una tienda de comida ni de ropa. Las grandes corporaciones pueden vender más barato a base de martirizar a sus proveedores ofreciéndoles una facturación mayor, y así el tendero ha desaparecido y la riqueza que se genera va toda a los paraisos fiscales. Y la gente no se da cuenta de que debería ir a comprar en los mercados de los pueblos y en los pocos comercios que no pertenecen a esas feroces corporaciones empresariales. El salvaje poder económico parece que no es consciente de que su retorcida manera de actuar también acabará con ellos. La decadencia es una enfermedad que nos está consumiendo lentamente y no podemos hacer nada para evitarlo. No somos capaces de hacer nada para evitar nuestra propia destrucción. Obedecemos la publicidad del poder, hacemos lo que nos mandan, compramos lo que nos mandan y en el lugar que nos indican. Somos como los soldaditos rasos de un poder oculto que en lugar de sangre tiene ácido sulfúrico circulando por sus venas y los políticos son los títeres ejecutores de sus estratagemas. Pero la decadencia es algo inmanente a la condición humana: una vez que hemos conseguido el bienestar deseado lo echamos a perder. El poder quiere más poder y lo consigue, después revienta porque las paredes que sujetan su enjundia no resisten tanta soberbia.




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