Ese pederasta
británico cuya esposa, presuntamente, ha matado a sus hijos me hace pensar en
lo terrible que resulta la existencia de estos congéneres para un ser humano
sensible. Aunque es un alivio que salgan a la luz y que ya no ocurra lo que
sucedía en la Edad Media. En aquel entonces, para estos casos tenían una
estrategia sólida, reconocida y aceptada por todos. Alguien, interesadamente,
se había inventado una suerte de demonios, nocturnos y lujuriosos: íncubos y
súcubos; los primeros, demonios varón; y los segundos, demonios hembra. Estos
espíritus malignos eran los que cometían salaces atropellos contra niños, niñas
y núbiles. Y así los humanos quedaban exonerados. En aquellos tiempos sólo los
eclesiásticos y los ricos disponían de tiempo para las letras, aunque los ricos
tenían otros quehaceres. Por eso podemos atribuir casi toda la etimología y la
semántica a los curas. Sólo con estas premisas se puede explicar la riqueza y
diversidad del léxico católico. ¿Quién se inventaría a estos demonios? Yo no sé
dónde encontrar datos. Pasan los siglos, desaparecen los demonios y continúan
saliendo a la luz las truculentas miserias del ser humano; mientras, los
científicos estampan muchas creencias contra la pared. La ciencia responde cada
vez más preguntas que solía contestar la religión, dijo Hawking.
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