A
la mayoría de las grandes dictaduras se las comió el siglo XX, pero quedan las
pequeñas en todas partes, se trata de minúsculos reinos despóticos en los que
prevalece el maltrato y la humillación. Unos son los hogares donde hay
violencia y otros son algunos departamentos de grandes empresas u organismos,
también pequeñas empresas aparentemente adorables que venden dulces exquisitos.
En muchos de estos lugares el más fuerte alimenta su vanidad imprecando a los
subordinados de manera sistemática. Yo no sé quién me da más pena si el
miserable que cura sus frustraciones fustigando a los que ocupan un rango
inferior o el que lo sufre. Ambas posturas son lamentables, pero la dignidad
sólo está en la parte que sufre. El opresor no tiene esa cualidad, el opresor
es un residuo en activo, un despojo humano. Me pregunto qué es lo que hemos
hecho tan mal para que nuestra sociedad todavía esté infectada por tantos
insectos. Estas situaciones nos demuestran que la evolución humana es algo muy
joven e inacabado. Podemos entender que un león no deje comer a las hembras ni
a los hijos hasta que él se ha saciado, y también que su mal humor acabe con
algunos zarpazos que derraman sangre; pero es incomprensible que algunos humanos
actúen así, increíble, diría yo; pero es cierto. Eso está ahí.
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