El mundo estuvo a punto de estallar en pedazos en el año
1961 por culpa de los misiles que Nikita Kruschev estaba instalando en Cuba.
Los generales estadounidenses querían disparar y John F. Kennedy tuvo el temple
necesario para evitar que el mundo volviera a la edad de piedra. Cuba era un
hervidero antes de Castro. En la dictadura de Batista el país era una fiesta
con un alto nivel de vida y corrupción que quedó muy bien dibujada en la
película Havana con Robert Redford y Lena Olin.
Después llegó Castro para limpiarlo todo y lo ensució todo y mutiló a los
cubanos. Los que tienen coche actualmente llevan aún los Buick de los años
cincuenta, y lo que produce el país va a parar a las manos privadas de los
Castro mientras la gente no tiene para comer. Los cubanos están encerrados en
la ratonera de los Castro. Y lo de ahora es una incógnita porque no se sabe lo
que va a ocurrir. Es normal que Obama diga con pena que todos somos
americanos, pero aquel pedacito de América necesita que desaparezcan
los Castro para que los ciudadanos puedan recuperar la dignidad, para que todos
y no sólo los turistas puedan volver a tomar mojitos en la Bodeguita del Medio
y para que la gente vuelva a bailar en la calle sin lágrimas en el corazón.
viernes, 19 de diciembre de 2014
jueves, 27 de noviembre de 2014
TRES CURAS Y UN SEGLAR
Este título
podría ser el de una rondaia con las aventuras de gente buena y sus anécdotas,
aunque hubiera demonios y gigantes; pero no es así. Se trata del título de un
artículo de prensa que habla de tres curas y un seglar investigados por delitos
de pederastia. Un asunto que ocupa muchos titulares en todos los medios de
comunicación. Estos delitos causan daños difíciles de reparar en las víctimas y
un corrosivo estupor a los que leemos las noticias. Se trata de un problema muy
antiguo: el emperador Tiberio llamaba pececitos a sus víctimas y mandaba
tirarlos por un acantilado de la isla de Capri cuando quería renovar la
compañía. Y ya en la edad media atribuían esta maldad a los íncubos y a los
súcubos. Parece que no hay solución para tal iniquidad, ni siquiera la
castración (química o quirúrgica) parece dar resultado, así que los eunucos
tampoco serían de fiar. Ante esta situación, y dado que muchos de los casos
actuales se atribuyen a los clérigos, uno se pregunta si los votos de castidad
sirven para algo, si el celibato no es un cruel anacronismo que daña el cerebro
a algunos de los que, seriamente, han hecho votos para vivir en contra su
propia naturaleza, pero uno se pregunta tantas cosas…
jueves, 20 de noviembre de 2014
LA NATURALEZA HUMANA
Se trata de un
concepto sobre el que se han posicionado muchos filósofos. Darwin decía que
podía cambiar con el tiempo, Rouseau que era maleable; Hegel, Nietszche y
Sartre, entre otros, lo pusieron en entredicho; y la psicología moderna no se
define. Y nosotros, la gente de la calle, ¿qué tenemos que pensar? Pues yo creo
que empezamos a pensar que la naturaleza humana, entre otras cosas, tiene una
mancha que no varía con el tiempo, que no es maleable y que se hace ostensible
cada día en televisiones y periódicos: la corrupción. No podemos complacernos
apuntando nuestras miradas inquisidoras hacia los políticos porque somos
nosotros quienes los hemos elegido para que nos representen, y ahí sí que
tendrían razón algunos filósofos sobre la maleabilidad del término. El
empirista David Hume gastó toneladas de tinta escribiendo tratados sobre la
naturaleza humana, creo que fueron tres tomos de unas mil páginas cada uno. Lo
desmenuzó todo, buscando las partículas más pequeñas de la conducta. Uno puede
entretenerse y reflexionar con estos tratados, pero al final la sabiduría
popular siempre es más sabia (a pesar del comentario de Einstein), esa
sabiduría popular creo que le diría a Hume:
—No le des tantas vueltas: la cabra tira al
monte.
viernes, 1 de agosto de 2014
LA PLAZA DE CAMPANET
Toquinho cantaba
que en los mapas del cielo el sol siempre es amarillo, y yo relaciono esta
poética canción con la plaza de Campanet por el recuerdo de cuando los niños
dibujábamos la iglesia; lo hacíamos con lápices de colores cuya caja de cartón
verde tenía un paisaje alpino con cerros nevados tras un vivaracho cervatillo.
En estos dibujos de la iglesia, arriba, pintábamos un sol amarillo; marcábamos
los sillares de las paredes con cuadritos de color beig y las campanas de
negro. Creo que no me curaré nunca de la nostalgia de aquellos tiempos en los
que dibujábamos soles amarillos, comíamos helados en la plaza y jugábamos al
escondite en los arrabales. Nada ha cambiado, sólo las personas. Muchos de los
niños de los años sesenta y setenta ahora somos padres y algunos ya son
abuelos; pero la plaza de Campanet sigue impasible, indiferente al paso del
tiempo. Pasaron más de cuarenta años y muchos de los que estábamos allí de
niños continuamos, inconscientemente, fascinados por la sosegada brisa que se
respira, por las tertulias, por las personas, que no son ajenas; y quizá
también por el recuerdo de una adolescencia en la que sentimos el fuego en la
garganta con el primer trago de whisky, en la que sentimos la mirada sonriente
de alguna niña, una mirada que nos parecía como un beso.
martes, 10 de junio de 2014
¿MONARQUÍA O REPÚBLICA?
Esta
pregunta es tan contundente que nos hace sentir obligados a contestarla, a
contestárnosla a nosotros mismos. Si estamos en ambientes de izquierda no queda
elegante manifestarse monárquico y en ambientes conservadores no queda fino
decir que somos republicanos. Y así damos más importancia a la opinión de los
demás que a lo que, de manera reflexiva, diga nuestra conciencia. La
imparcialidad intelectual nos lleva a la conclusión de que da lo mismo el
modelo de Estado, lo que importa es la paz social, la unión de los españoles
que legitimó la Carta Magna. Importa que la monarquía cuesta menos que una
república y que, a pesar de Urdangarín (a cualquiera le puede salir rana un
yerno), el rey de España no ha sido corrupto ni lo será Felipe VI. Lo que no
podemos afirmar con tanta rotundidad es que un posible presidente de república
no aparezca detenido por violentar a una chica, como ocurrió con Dominique
Strauss-Kahn, quien habría podido alcanzar la presidencia de la república
francesa. Juan Carlos I ha mejorado nuestro país, y su hijo continuará haciendo
este trabajo. Por eso yo me inclino por lo que creo que más nos conviene:
continuar con la monarquía. Las pancartas de la izquierda rabiosa (Pablo
Iglesias) son maravillosas, me encantan; pero todos sabemos que en el fondo se
trata de utopías que han destrozado y continúan destrozando a millones de seres
humanos. George Orwell lo explicó como nadie en su “Rebelión en la granja”.
domingo, 27 de abril de 2014
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Parece
que la genialidad no es hereditaria. No hay nadie para sustituir la magia de
las letras del difunto García Márquez. Él rompió los moldes de lo establecido
hasta entonces, de lo hortodoxo en la literatura. Agarró los cuentos de su
abuela, quien confundía fácilmente la ficción de la realidad palpable, como ha
ocurrido con muchas de nuestras abuelas, y tuvo el coraje de escribir, por
ejemplo, que Melquíades estuvo doscientos años muerto y se cansó de estar
muerto y regresó al pueblo. Yo he escuchado historias de abuelas; escuché que
una mesa con dos cirios encendidos perseguía a una abuela por la calle y que
esta misma abuela vio a su madre muerta caminando de su brazo por la calle como
un ectoplasma de ceniza. Recuerdo que cuando escuchaba estas palabras me daba
cuenta de que quien me hablaba creía ciertos estos sucesos. También escuché a
personas de mediana edad hablando de los ángeles, de su existencia
imperceptible y protectora, de ángeles buenos y de ángeles malos. Y me acordé
de la recurrente frase gallega: “Las meigas no existen pero haberlas haylas”. La
novela “Cien años de Soledad” está llena de meigas, de mariposas amarillas y de
flores; pero más que otra cosa está llena de belleza.
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